Jametz uMatzá

Cuando llega Pesaj y queremos ir un paso más allá de la gastronomía o las anécdotas en torno a la extensión del Seder, cuando hemos agotado el recurso retórico en torno a la libertad, acudimos a la raíz de la palabra “Mitzraim” (Egipto), que significa angosto, estrecho. Construimos metáfora en torno a las estrecheces de Egipto y nos preguntamos acerca de las estrecheces de las cuales nos liberamos. Si también hemos agotado este nivel de significación, pasamos al de “jametz”: todo alimento no autorizado en Pesaj. Estrictamente, “jametz” es aquello que fermentó y leudó; simbólicamente, es aquello de lo que nos despojamos.

Recientemente escuché del Rabino Alejandro Bloch una idea jasídica acerca del significado del “jametz” más allá de sus formalidades. Podemos asociar el concepto a todo aquello que nos sobra y que por una semana dejamos de lado; del mismo modo que en Iom Kipur dejamos de lado comer, beber, o fumar. A través de la vivencia en recreamos la experiencia de la salida de Egipto y cumplimos el mandamiento de que “en cada generación debe cada uno verse a sí mismo como si él mismo hubiera salido de Egipto”.

Si en lugar de poner el foco en eliminar pensamos en las cualidades de lo eliminado, el simbolismo se hace aun más fuerte. Dejamos de lado aquello que fermenta, lo que se hincha o infla, lo que pierde su forma o sustancia original para transformarse en exceso, en prescindible. La liberación entonces no es sólo física o concreta, es vivencial y espiritual.

Aquello que nos somete en nuestras rutinas, vínculos, creencias y mandatos, se corresponde con nuestra vivencia interior que permanentemente leuda todo aquello que nos atraviesa. Despojarnos simbólicamente del “jametz”, evitar que leuden sentimientos, recuerdos, dolores, traumas, o por otro lado alegrías y logros, es en definitiva un ejercicio permanente de equilibrio. Reconocer la esencialidad de las experiencias, como  reconocemos la esencialidad en la matzá, supone evitar que con el tiempo leuden, adquieran volumen, y ocupen un espacio que nos haga profundamente infelices.

Cuando llega Pesaj no sólo debemos sacar el “jametz” del espacio y el cuerpo que habitamos, también debemos perseverar, al menos por este tiempo de nuestra libertad, en descontaminarnos de aquello que nos infiltra, deforma nuestras prioridades, y sobre todo, no nos permite ver lo esencial y básico, la función primera, urgente y despojada de nuestra vida vincular. No se trata sólo de libertad nacional y fundacional; no se trata sólo de libertad material y social. También es acerca de esa otra libertad que nos permite reconocer que aquello que nos nutre puede ser tan básico y tan poco sofisticado como un pedazo de matzá.