Rosh Hashana 5781

Este habrá de ser uno de los Rosh Hashaná más sui generis de mi vida. No precisamente en un sentido divertido o diverso, tampoco en un sentido trágico o apocalíptico; sui generis en su sentido más corriente: algo que es singular. No sabemos en qué etapa de la pandemia del Covid 19 estaremos el año próximo, pero sin duda este año habrá sido único.

Yendo de lo singular a lo colectivo, de lo local a lo global, de lo comunitario a lo nacional, estamos viviendo a diario experiencias enriquecedoras pero contradictorias, expectativas y temores, incertidumbre y esperanza. Son, serán, semanas de encuentro pero no de contacto, de congregación pero no de cercanía, de liturgia pero cronometrada. Todo estará allí en los espacios que elijamos habitar, pero nada será como cada año. Nos miraremos para reconocernos detrás del barbijo, pero tal vez atravesemos los espejos para buscar sentido en un mundo paralelo.

La pandemia nos condiciona en las dos grandes variables de la existencia, espacio y tiempo: en ambos casos, se han convertido en un bien escaso.

Nada de aquello que hemos dado por sentado durante ya tres generaciones (desde la Shoá en adelante) permanece incambiado. Ninguno de los planes que hemos hecho este año es igual a las tradiciones que hemos sostenido durante veinte, cuarenta, y sesenta años: ni en el hogar, ni en las sinagogas, ni en la calle judía. El guetto que habíamos abandonado para siempre de pronto se erige más como metáfora que como realidad, pero hay metáforas más poderosas que la realidad en que se sustentan. Sin darnos casi cuenta, hemos tenido que erigir nuestros propios muros, guardarnos puertas adentro como se encierra Shylock en “El Mercader de Venecia” al final de la obra, cediendo ante la hostilidad como forma de supervivencia. Algunos iremos a las sinagogas, la mayoría no; seguramente no seamos tantos en torno a las mesas festivas como otros años; pero sobre todo, tendremos el sentido de auto-preservación y la noción de mejores tiempos por venir a flor de piel.

La pandemia no sólo nos retrotrae a los difíciles y duros tiempos de nuestros ancestros, también nos da una noción temporal, espacial, e histórica de la naturaleza de lo judío. Como escribió el cantautor judío Paul Simon en su “American Tune”, “hemos estado demasiado bien demasiado tiempo”; lejos de amenazar nuestra existencia, la pandemia puede ser una oportunidad de valorarla como nunca antes. Porque algún día volveremos no ya a una “nueva normalidad” sino a algo nuevo que denominaremos “normal”, pero que deberemos construir entre todos.

Mientras tanto, desde el mundo judío, continuaremos experimentando, año a año, la experiencia humana bajo ciertas premisas, anhelos, y desvelos en aras de contribuir con toda la humanidad en su búsqueda de prosperidad, felicidad, y nunca más que antes, salud: salud del alma, salud del cuerpo, y salud social.

Shaná Tová!