Liderazgo
La pandemia nos ha desafiado a revisar el tema del “liderazgo” en todos los niveles: desde el político nacional o local hasta liderazgos corporativos, gremiales, o no formales. La pandemia no sólo desafía el concepto sino que desafía el acto de liderar. Las decisiones resisten cualquier análisis teórico pero pueden sucumbir ante el virus; de hecho, sucede más frecuentemente de lo que quisiéramos admitir.
En Uruguay, hace dos semanas estábamos hablando de “0 caso” y salir del status de “emergencia sanitaria”, pero al día de hoy los casos siguen apareciendo y el foco en Treinta y Tres está lejos de ser controlado. Al tiempo que escribimos esta líneas, en cuestión no ya de días sino de horas, aparecen casos aislados donde no había habido contagios hasta ahora (Paysandú, por ejemplo), y como si no fuera suficiente, Maldonado denuncia dos positivos y doscientos y pico “prófugos” que desembarcaron en nuestras orillas desde la vecina Buenos Aires, que hace cien días que no puede zafar de la cuarentena obligatoria y donde el contagio es exponencial e incontrolable. En ese contexto, la ola polar aumenta la presión, muere un hombre de hipotermia en una vereda montevideana, y finalmente la crisis política en la coalición emerge en toda su magnitud: Talvi ya no es canciller, el Presidente trae a alguien de su confianza, y todo el virtuosismo de los primeros cien días queda supeditado a la opinión pública. En los hechos, son todos eventos esperables, posibles, en la tarea de gobernar; pero son amenazantes en el desafío de liderar.
El liderazgo hoy, año 2020, se expresa no tanto en “vencer” al virus, sino en dominarlo; hay una diferencia profunda entre una situación y otra. Hasta hace dos semanas en Uruguay pensábamos que, como consecuencia de un liderazgo firme y acertado y una responsabilidad ciudadana casi ejemplar acorde, la lógica de los hechos nos devolvería el éxito. No es así: el Covid19 ha puesto a prueba la lógica y lo esperable. De un liderazgo muy mediático hemos pasado a uno más sobrio; liderazgo al fin, pero las diferencias no por sutiles dejan de ser significativas. Los acontecimientos de las últimas horas ponen en evidencia esta diferencia y uno se pregunta si no es momento de redoblar la apuesta, precisamente cuando la realidad parece superarnos. El liderazgo se mide en las crisis: cuando todo parece desmoronarse, cualquier acción parece acertada, y sólo el tiempo lo confirma y lo desmiente; pero el liderazgo se mide mejor en medio de la crisis cuando las acciones tomadas oportunamente no resultan como esperamos. Sí, Rivera hoy tiene “0 caso”, pero no sólo Treinta y Tres no ceja, ahora Punta del Este es una amenaza. Como decía el eslogan de campaña, #EsAhora.
En el marco de la vida comunitaria, cuando se acordó el protocolo para la primer ceremonia religiosa, pensábamos que esta etapa sería un trámite y pronto estaríamos en franco proceso de “normalización”; a sólo dos semanas de aquel Kabalat Shabat bizarro e histórico, estamos tratando de perfeccionar la doble modalidad: presencialidad y virtualidad, ambas acotadas. Nadie se anima a siquiera esbozar certezas en un futuro inmediato. Rosh Hashaná y Iom Kipur no son más que escenarios posibles, proyectos especulativos; lo único seguro hoy es que lo que siempre ha sido, este año ya no será. En estas instancias no sólo se medirá el liderazgo comunitario sino ese “diálogo” entre líderes y liderados al que hacíamos referencia en lo nacional y que permitió el éxito de los primeros dos meses de la pandemia. Los líderes de turno deben estar a la altura de la hora, o eventualmente pagar sus costos políticos (o sea, dar un paso al costado por no haberse hecho cargo); pero sin comunidad que confíe, adhiera, y apoye, difícilmente logremos transitar este páramo que atraviesa el mundo de norte a sur y este a oeste. Si desertamos de nuestras comunidades, corremos el riesgo de no hallarlas en el mundo post-Covid; si no lideramos con firmeza, visión, y criterio, corremos el riesgo de la desidia y el abandono. El mundo estará lleno de ofertas espirituales y de trascendencia cuando la plaga pase. Está en cada uno no ser como los hijos de Israel en el desierto, reclamando siempre un Egipto que ya fue y además escépticos acerca de una promesa que, como la vacuna, es sólo eso: esperanza.
Del mismo modo que los países deben procesar y ordenar sus prioridades regidas por un criterio determinado (la dicotomía salud-economía), así las organizaciones tienen que actuar en forma acorde. El liderazgo errático lleva al caos, pero el liderazgo férreo tampoco garantiza el éxito. Más allá de condicionantes demográficas y sanitarias fundamentales y determinantes, el “diálogo” entre líderes y liderados es uno de los factores más importantes para controlar o minimizar los efectos de la pandemia. La politización de la pandemia retrasa los procesos, los dificulta, o directamente los sabotea. Está bastante claro que los países que han sucumbido a un uso político grosero de la pandemia están peor que al principio.
Hace dos semanas leíamos en la porción de la Torá “Shlaj-Lejá” acerca de los espías enviados por Moshé a explorar la tierra, el futuro; ojalá pudiéramos nosotros hoy enviar espías a que nos cuenten el futuro; quien crea que puede hacerlo, peca de soberbia. Esta semana que pasó leímos acerca del impulso de liderar espontáneo pero egocéntrico de Koraj en la porción que lleva su nombre; impulso que termina consumiendo, literalmente, a una masa humana. Éste Shabat nos tocará leer, en “Jukat”, acerca del fatal error de Moshé al golpear la piedra en lugar de hablarle para obtener agua, asumiendo un tipo de liderazgo explícitamente poco recomendado, el de la furia y el enojo. Por razones de calendario también leeremos, en “Balak”, acerca de liderazgos fallidos discurso mediante. La Torá está llena de plagas, pestes, contaminación, impureza, y purificación, así como de liderazgos sublimes y otros mezquinos, pero todos profundamente humanos. Hacía cien años que la Humanidad no enfrentaba una peste y seguramente el Corona nos ha puesto a prueba como pocas veces sucede en la Historia. Con los recursos científicos y tecnológicos con que contamos hoy, no hay excusas para no estar a la altura de los acontecimientos.
Como decía el rabino Dr. Donniel Hartman el pasado lunes en su apertura del ciclo de estudio on-line “All Together Now”, el mundo está quebrado, roto, y cómo recogemos los pedazos y volvemos a armarlo está solamente en nuestras manos. Si el ritual de darse la mano está jaqueado, está en nosotros generar los nuevos rituales; en lo social y en lo religioso. En un mes estaremos confrontando Tisha BeAv; este año podemos sumar una pérdida más a la lista que hemos acumulado a través del tiempo; pero tal vez sea una oportunidad única de experimentar el duelo milenario no como una sentencia histórica sino como un nuevo paradigma. Si supimos pasar del judaísmo del Templo al judaísmo rabínico, sabremos encontrar un modelo judío para el siglo XXI, cuando el Covid irrumpió en nuestras vidas.