La Anexión

Yossi Klein Halevi, The Wall Street Journal, 15 de junio de 2020

A lo lejos, pero aún visible desde mi balcón en el límite al noreste de Jerusalem, hay una franja de desierto conocida como el Valle del Jordán. Si el primer ministro Benjamín Netanyahu se sale con la suya, Israel pronto anexará este territorio en disputa que limita con el Reino de Jordania y constituye aproximadamente el 17% de Cisjordania. Netanyahu también tiene la intención de anexar otro territorio que cubre un 13% adicional de Cisjordania, extendiendo la ley israelí a sus 132 asentamientos.

Como muchos israelíes, entiendo la tentación anexionista. La gran amenaza para la seguridad israelí radica en la intimidad aterradora de nuestra geografía. No menos de tres entidades políticas están en el exterior de mi porche: el estado soberano de Israel, que termina justo más allá de mi ventana, la Autoridad Palestina, que controla parte de Cisjordania y en la distancia, algo más lejos, se pueden ver los montes de Jordania; todo en no más de una hora en coche desde mi casa. Y aunque el caos asesino en Siria e Irak y la creciente amenaza de un Irán imperialista no son visibles desde mi balcón, siento su presencia en el aire.

Mantener las posiciones militares en el Valle del Jordán es esencial para proteger a Israel de los ataques desde el este. Si bien Irán, Siria y las milicias terroristas como Hezbolá ahora amenazan a Israel con decenas de miles de misiles más que con una invasión terrestre, eso podría cambiar si Israel se retirara del valle. Pero mantener una presencia de seguridad en la frontera oriental de Israel no requiere una anexión sino solo preservar el status quo y su ambigüedad con respecto a la situación legal de los territorios. El precio de poner fin a esa ambigüedad y optar por la anexión formal podría ser devastador.

Para empezar, está el destino de los residentes palestinos del área. El Valle del Jordán es el hogar de unos 55.000 palestinos y unos 12.000 colonos israelíes. Netanyahu aseguró a sus seguidores, preocupados por debilitar a la mayoría judía de Israel, que los palestinos en el valle no obtendrán la ciudadanía israelí ni sus beneficios sociales y médicos. Aparentemente continuarían bajo la ley y el control de la Autoridad Palestina, pero en la práctica vivirían fuera del alcance de su policía y en un limbo en cuanto a servicios municipales.

La semana pasada, el Sr. Netanyahu declaró su intención de extender la ley israelí al total de los 132 asentamientos de Cisjordania el 1 de julio. Anexar el Valle del Jordán – indicó – vendría más tarde. Los informes de los medios israelíes indican que el Sr. Netanyahu comenzaría anexando varios “bloques de asentamientos”, grupos de asentamientos cercanos a la frontera anterior a 1967 y que la mayoría de los israelíes consideran que probablemente serán conservados en cualquier acuerdo de paz final. A diferencia del Valle del Jordán, la anexión de los asentamientos no implicaría la incorporación de palestinos al estado de Israel. Aun así, las consecuencias políticas de cualquierade estos movimientos unilaterales serían graves.

Durante los últimos 53 años, desde que Cisjordania, que estaba en manos de Jordania, fue ocupada en la Guerra de los Seis Días, los gobiernos israelíes de derecha, izquierda y centro han resistido la tentación anexionista. Incluso cuando Israel construyó asentamientos en los territorios, insistió en que el estatus final del territorio seguía siendo negociable. La repetida aceptación israelí de los planes de paz que implementarían una solución de dos estados, junto con el rechazo constante de los líderes palestinos a esos planes, fortaleció el caso diplomático de Israel y evitó la presión internacional para una retirada unilateral israelí de los territorios.

Pero comenzar el proceso de anexión abre el camino para aceptar permanentemente la premisa de que hay dos categorías de personas viviendo en los territorios: ciudadanos israelíes con derechos y palestinos apátridas sin esos derechos de ciudadanía. Gran parte del mundo consideraría que la anexión expone las verdaderas y malignas intenciones de Israel. Formalizar el estatus desigual en Cisjordania entre israelíes e incluso un pequeño porcentaje de palestinos amenazaría la credibilidad moral de Israel, esencial para defender al país contra un creciente movimiento internacional destinado a boicotear y deslegitimar al estado judío. La anexión debilitaría a los defensores de Israel tan a menudo asediados en los campus universitarios occidentales y fortalecería las voces dentro del Partido Demócrata que desafían su posición tradicional pro-Israel, así como a aquellos que buscan vincular el movimiento Vidas Negras Importan con la causa palestina.

La anexión podría impulsar un consenso internacional en torno a la noción de que la solución de dos estados está muerta, lo que resultaría en una presión sobre Israel para que se retire unilateralmente de Cisjordania u ofrezca la ciudadanía a varios millones de palestinos, destruyendo el estado de mayoría judía. El plan del Sr. Netanyahu ya ha llevado a la Autoridad Palestina a decir que dejará de cooperar en asuntos de seguridad, cosa que en el pasado ha ayudado a frustrar los ataques terroristas de Hamás. Jordania, con una mayoría de población palestina, ha advirtido que su tratado de paz con Israel podría no sobrevivir a la anexión.

En los últimos años, Israel se ha beneficiado de una creciente desilusión con la causa palestina entre las élites árabes, que ven en el estado judío un aliado crucial contra el expansionismo iraní, junto con una relación silenciosa que se va profundizando entre Israel y los estados suníes, todo ello señales sin precedentes de un deshielo político. Los columnistas de periódicos sauditas han instado a la aceptación árabe de Israel, mientras que los programas de televisión en el Golfo han presentado por primera vez retratos positivos de judíos. El mes pasado, el primer vuelo directo desde Abu Dabi aterrizó en el aeropuerto israelí Ben Gurión.

Pero la anexión, ya sea del Valle del Jordán o de los asentamientos, amenaza con congelar o incluso revertir este proceso histórico. El embajador de los Emiratos Árabes Unidos en los Estados Unidos dio el paso sin precedentes de escribir en un periódico israelí el viernes para aclarar precisamente este punto: “Es anexión o normalización”, decía el titular.

Hasta ahora, la administración Trump ha sido ambivalente sobre la anexión, lo que indica que la decisión es solo de Israel, al tiempo que plantea preocupaciones, especialmente sobre la elección del momento. Una preocupación clave es el destino del plan de paz del presidente Trump, que exige un estado palestino que abarque aproximadamente el 70% de Cisjordania más algunos intercambios de tierras y la anexión israelí de todos los asentamientos. El liderazgo palestino ha rechazado el plan, mientras que el Sr. Netanyahu lo aprobó. El plan es un llamado de atención para los líderes palestinos, un recordatorio de que hay un precio que pagar por casi un siglo de rechazar las ofertas de paz. Con cada rechazo palestino, el mapa de una potencial Palestina se ha vuelto más pequeño. El tiempo no está de su lado.

Pero el plan también es un llamado de atención para el movimiento de los asentamientos, que se opone a un estado palestino en cualquier frontera. Por esa razón, los líderes de los colonos israelíes han condenado con enojo el plan de paz de Estados Unidos. David Elhayani, jefe del Consejo Yesha de los colonos, incluso ha denunciado al Sr. Trump como “no un amigo de Israel”. Varios otros líderes de los colonos han roto filas para apoyar el plan, pero bajo el supuesto de que fracasará. Lo que en realidad dicen, es que el Sr. Trump es un idiota útil cuyo plan servirá a los intereses de los colonos ahora y luego no logrará cumplir con el objetivo de un estado palestino. David Friedman, embajador de Estados Unidos en Israel, dio el mismo mensaje en mayo, cuando instó a los líderes de los colonos a respaldar el plan porque las posibilidades del surgimiento de un estado palestino eran insignificantes.

La anexión también hará que tanto los líderes palestinos como los colonos eviten enfrentar la dura realidad de la necesidad de un compromiso. Una vez más el Medio Oriente desperdiciará la oportunidad de considerar un futuro diferente del pasado. Y la amplia vista desde mi ventana se volverá cada vez más siniestra.

Traducción: Daniel Rosenthal