La Otra Mirada
Cuando uno se mira en el espejo puede acomodar la imagen de modo tal que esta le devuelva lo que quiere ver de sí mismo; eso lo sabemos quienes luchamos toda la vida con el problema del sobrepeso. Por otro lado, el recurso de la filmación (no la foto, que es una suerte de espejo que nos retrata para la posteridad) nos reproduce en tres dimensiones y salvo excepciones nos muestra tal cual somos, nos guste nada, poco, o mucho.
La metáfora de la auto-imagen viene a caso cuando pensamos en cómo nos percibimos o cómo nos perciben otros a través de los medios, las redes sociales, la literatura, el arte en general. Está claro que las ideologías antisemitas permean profundamente en mucho de lo que se dice, escribe, o muestra sobre los judíos y el judaísmo, sobre Israel y el Sionismo, y ante ellos nos rebelamos incansablemente. Por otro lado, somos consumidores insaciables de todo aquel que se ubique en las antípodas y encuentre en lo judío un compendio de valores y logros casi incuestionables; escucharemos y leeremos una y otra vez todo aquello que nos explique, justifique, y ensalce.
Lo mismo sucede en los medios y contenidos que nosotros mismos generamos; sea prensa en todas sus formas, sean redes sociales, sean discursos en actos solemnes o no, leemos y escuchamos aquello que creemos y queremos ser, pero no necesariamente aquello que somos. Nos comprenden las generales de la ley y por lo tanto no somos ajenos al fenómeno de vernos como queremos vernos, y nos cuesta mucho aceptar cómo realmente somos. Por eso cuando otros, desde fuera, escriben acerca de los judíos y el judaísmo, tendemos a mirar primero con recelo para luego optar por aprobación o condena.
Algunos de los conceptos más inteligentes y profundos acerca de lo judío los he encontrado en autores no judíos que acometieron seriamente el asunto: ejemplo paradigmático, que debería ser leído por cada judío, es la “Historia de los Judíos” de Paul Johnson. Su prólogo y su epílogo son una mirada profunda y esencial acerca de nuestra naturaleza. Otro ejemplo es el libro de Hans Küng, “El Judaísmo”: Küng es teólogo, no historiador, pero tanto su comprensión teológica como su lectura de algunos hechos históricos que nosotros hemos convertido en mito parten de una mirada crítica que por lo menos nos obliga a hacernos algunas preguntas. Küng es menos incondicional que Johnson, pero ambos abordan el judaísmo desde el profundo respeto y el reconocimiento que su propia religión les genera.
Todo esto viene a cuento por el reciente artículo de Juan Andrés Ferreira en revista Galería el pasado jueves 11 de junio: “Ser o no ser parte del pueblo judío”. Sin ánimo de compararlo con la obra de Johnson o Küng, el artículo en cuestión es no sólo claro, documentado, y coherente, sino un reflejo de nuestra realidad como comunidad no intervenido por nuestra propia percepción. A diferencia de otros proyectos similares en prensa o publicaciones, se nota que Ferreira supo a quién preguntar, como ubicarse en el complejo entramado judío local, y dejó plasmados en su artículo dos grandes variables desde lo institucional por un lado, y dos historias mínimas por otro.
Las historias de Mijal Orion y Bat-Ami Artzi reflejan procesos que todo judío es pasible de atravesar. No son diferentes a la historia de Esty en “Unorthodox” (fenómeno que disparó este artículo), pero sí mucho menos espectacular y binaria. Los judíos solemos atravesar crisis identitarias, no somos esa imagen homogénea y monolítica que muchas veces queremos fomentar; por eso existen corrientes, denominaciones, afiliación, alejamiento, asimilación, y procesos de radicalización religiosa (lo que el artículo bien traduce como “regreso a las respuestas” en contraste al “regreso a las preguntas”). Ferreira capta esa dinámica y la refleja en la historia de estos dos individuos específicos, pero todos sabemos que existen, todos conocemos a alguien que se aleja o se adentra respecto de lo judío.
Por otro lado, el artículo trae dos posturas claras, nítidas, e inequívocas acerca del problema de ser parte del pueblo judío en la medida que uno no ha nacido en su seno. La postura del rabino Mendy Shemtov es tan honesta como terminante: no hay necesidad, bajo la mirada de Jabad-Lubavitch, que un no judío se convierta en judío. Su concepción del mundo distingue entre judíos y no judíos y todos tienen una razón de ser y una función que cumplir. El rabino Dany Dolinsky, de la NCI, desde una perspectiva liberal, admite la posibilidad de sumarse al pueblo judío bajo ciertas condiciones, tiempos, y rituales; tal como éstos se explicitan en el texto, echan por la borda la percepción facilista que muchas veces algunos tienen sobre las incorporaciones que se habilitan desde esta perspectiva.
No es mi intención reproducir el artículo de Ferreira, él hizo un trabajo excelente, hay que leerlo. Lo que motiva este editorial respecto al tema es cómo, visto desde fuera, aquello que muchas veces vivimos como una maraña de confusión, ignorancia, y enormes contradicciones, adquiere una claridad meridiana. Que no es fácil ser judío ya lo sabemos, pero vivir las honestas historias de dos personas nos ubica en la justa dimensión de esa complejidad, porque en nuestra vida judía cotidiana tendemos a categorizar y etiquetar con mucha facilidad. Que sumarse al pueblo judío no es sencillo, también lo sabemos, pero saber dónde sí se puede acudir y dónde no contribuye a aclarar los tantos, no sólo para quién quiera sumarse, sino para nosotros mismos. La comunidad que elegimos condiciona nuestra forma de ser judíos, y es buena cosa saber clara e inequívocamente dónde pertenecemos y donde no. Como dijera alguien alguna vez, hay que saber a qué rabino preguntar.
Creo que el artículo de Ferreira contiene algunas perlas que vale la pena citar por su claridad y contundencia, algunas propias del autor, otras en boca de los dos rabinos citados. Por ejemplo, Ferreira escribe: “ese inmenso misterio (el judaísmo) también puede revelar que, al final, no hay misterio”; Ferreira afirma que esto sucede visto desde “adentro”, pero me atrevo a sugerir que es más claro cuando quien lo ve desde “afuera” consigue plasmarlo, cómo él, en un artículo periodístico. Desde “adentro”, siguiendo con la lógica planteada, el rabino Dolinsky afirma que el judaísmo “admite dos formas de pertenencia, dos puertas de ingreso a la tradición”; refiriéndose a la conversión, agrega: “una vez concluido ese proceso, no se dice es un converso sino un igual”. El rabino Shemtov por el contrario afirma: “no es necesario que uno deje de ser no judío y se convierta al judaísmo para recibir la gracia divina”; también dice: “mi tarea en Uruguay no es convertir gente al judaísmo sino educar a los judíos a que abracen lo que son, su tradición y su esencia”.
Pocas he veces he visto, negro sobre blanco, explicitados y argumentados algunos de los grandes dilemas que atraviesan nuestra vida judía, oscilando entre posturas liberales y otras ortodoxas, cada una en su honesta percepción de la naturaleza y razón de ser de lo judío. Todos sabemos que el abanico es muy amplio, incluso más de lo que el artículo de Ferreira incluyó. El problema es que cuando nos perdemos en el bosque de los matices y sutilezas perdemos la esencia de lo que somos y cómo nos ubicamos en el entorno. También nos perdemos en una dialéctica que nos dificulta vivir una vida judía honesta y coherente. Estamos hechos de historias mínimas y de posiciones ideológicas, y revista Galería ha logrado, en el artículo de Juan Andrés Ferreira, devolvernos una imagen compleja pero cabal de nosotros mismos. Vayan mis felicitaciones.