El «Otro» Efecto Covid-19

Fania Oz-Salzberger, 10 de junio de 2020

Al igual que un ladrón de extrema habilidad entrando en todos los apartamentos de un condominio, la pandemia COVID-19 ha invadido acasi todos los países del mundo, atrapando a cada uno en su propio momento incidental de los temas de actualidad. Israel no es una excepción (excepto que siempre es una excepción). El intruso biológico nos atrapó en el tercer pico de unprolongado punto muerto político: a principios de marzo, la tercera elección en un año resultó en un tercer empate. Esta vez, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu estaba acusado de tres cargos de corrupción, y su némesis de centro izquierda, Benny Gantz, fue aún más fuerte en sus reproches. Y entonces, he aquí el coronavirus: para mayo, Netanyahu y Gantz habían unido fuerzas para crear el gobierno de coalición más irresponsable en la historia de Israel, con una pendiente anexión israelí del Valle del Jordán que está destruyendo delicados arreglos con líderes moderados palestinos y del Medio Oriente, y con una izquierda y derecha israelíes que nunca se han aborrecido másque ahora.

Si usted siente que los efectos inmediatos del terremoto del coronavirus sobre la democracia ya temblorosa de Israel lo dejan sin aliento, intente conservarlo para los efectos a largo plazo. El virus ha colocado a los dos grupos minoritarios más grandes del país, a los árabes y a los ultraortodoxos, en una espiral que tiene direcciones casi opuestas. Es probable que los futuros historiadores digan que COVID-19 fue un factor poderoso, quizás un punto de inflexión, en la transformación de estas dos comunidades. Pero ¿podría la pandemia estar empujando a ambos grupos en la misma dirección, aunque por caminos diferentes?

Algunas de las comunidades ultraortodoxas de Israel han sido gravemente afectadas por el coronavirus. Todas ellas enfrentan una furia pública comprensible que no diferencia entre ellas. Varias luminarias espirituales, en especial el rabino Jaim Kanievsky, ordenaron que las escuelas y las sinagogas permanecieran abiertas. El ministro de Salud, YaakovLitzman, un GuerJasid y sospechoso de corrupción, tuvo un pésimo desempeño, pero afortunadamente permitió que los funcionarios públicos responsables manejaran la crisis. El virus agravó una crisis de liderazgo que puede acelerar la entrada de individuos y grupos ultraortodoxos a la educación secular, las profesiones y la sociedad civil. Donde los rabinos y sus títeres políticos han fracasado, las mujeres y la generación más joven podrían liderar un nuevo comienzo.

Por el contrario, la crisis del coronavirus en Israel les dio a los miembros de la minoría árabe israelí una rara oportunidad de mostrar sus virtudes cívicas y ganar un crédito merecido durante mucho tiempo. He aquí una historia que toca mis propios kishkes (entrañas). En octubre de 2019, me encontré en una sala de cirugía de emergencia con una ruptura de apéndice. Mientras me desvanecía, voces alegres me expresaban sus buenos deseos en hebreo y árabe. Desperté con mi vida a salvo y mi ira política revitalizada. Tan solo unas semanas antes, en las elecciones de septiembre, los compinches de Netanyahu habían brutalizado a Gantz porque su planera gobernar “con la ayuda de los árabes”. Acusaron a la centroizquierda judía de traición por cortejar el apoyo de la excepcionalmente exitosa Lista Conjunta de Ayman Odeh, un partido que representa a la mayoría de los votantes árabes israelíes y a decenas de miles de judíos israelíes que buscan la paz. La denigración de Netanyahu de todos los árabes del país fue especialmente perjudicial para aquellos que tienen un rol activo en la sociedad y la economía de Israel.

Muchos de ellos sirven en la policía y las fuerzas de emergencia, y aún más en el sistema de salud pública. Las cifras publicadas en 2017 determinan que el número de estudiantes de medicina árabes es el 19,2 por ciento del total, los estudiantes de odontología el 24,7 por ciento y un asombroso 42 por ciento de los estudiantes de enfermería. Al menos el 38 por ciento de los farmacéuticos de Israel son árabes, y también lo son algunos de los mejores cirujanos y mejores científicos médicos del país. Hombres y mujeres abrazan esta carrera dura pero digna, lo mismo que hicieron muchos jóvenes judíos europeos cuando la emancipación les permitió ingresar a las universidades.

Será difícil encontrar una aldea árabe, drusa o beduina en Israel donde no viva ningún profesional vinculado a la medicina. Aun así, su respaldo político le parece algo siniestro a Netanyahu y sus semejantes. Después de la experiencia médica que sufrí, sentí este cinismo racista como algo aún más espeluznante.

De camino a casa, tuiteé: “Fui hospitalizada, diagnosticada, operada, atendida, sanada y dada de alta, todo con la ayuda de los árabes”. Unos meses y más de 15.000 casos de COVID-19 más tarde, la mayoría de los israelíes han llegado a comprender que la participación plena (¡no la “ayuda”!) de miles de médicos, paramédicos y personal de apoyo médico árabe israelí, hombres y mujeres, ha sido crucial en nuestra batalla relativamente exitosa contra el virus. Más importante aún, la minoría árabe, ya embarcada en un “giro cívico” a largo plazo, está sintiendo su nuevo poder, no solo en la arena política, sino también en su ahora muy evidente contribución civil y profesional. La Lista Conjunta promete un activismo cortante desde sus bancas de oposición, mientras que jóvenes científicos, artistas, académicos y profesionales árabes de ambos sexos están engrosando las filas de la clase media de Israel.

Las dos minorías culturales más grandes de Israel, los árabes y los ultraortodoxos, se enfrentan a una encrucijada histórica con una profunda preocupación por su posición futura en la sociedad israelí. Los segundos harían bien en seguir a los primeros dando un “giro cívico” propio. Si eso sucede, algún día las mujeres y los hombres de ambas comunidades se encontrarán en la cálida, ruidosa y vibrante plaza ciudadana mediterránea de la sociedad israelí.

También se reunirán, sin duda, como cirujanos en la sala de operaciones, pero, por favor, no me pidan que los acompañe allí.

 

Traducción: Daniel Rosenthal