Inimputabilidad

La semana pasada editorialicé en relación al acto de callar. Intenté poner de relieve como todo aquello que se elige no decir, eventualmente emerge; y cómo no decirlo, hace irrelevante el hecho en sí.

La referencia era a las declaraciones del ex Presidente Mujica con motivo del 20 de mayo y los Desaparecidos, y la omisión era el “genocidio” judío o Shoá. La paradoja es que fue el mismo Mujica y su gobierno quien entre 2014 y 2015 permitieron crecer en Uruguay una veta antisemita expresa como no se había manifestado en muchas décadas. Cuando el 8 de marzo de 2016 David Fremd Z’L es asesinado en Paysandú Mujica ya no era gobierno, el antisemitismo vernáculo había vuelto a sus cauces habituales más o menos inofensivos, y el relato del “lobo solitario” hizo que fuera más fácil asimilar el shock de aquel episodio perpetrado por Omar Peralta.

Ya en aquel momento, en medio del estupor y el dolor que nos incluía y comprometía en varios niveles (familia, amistad, comunidad, ciudadanía), atinamos a decir, y hemos repetido siempre, que no hay tal cosa como un “lobo solitario” cuando es bien sabido que esa especie, como nosotros, los humanos, actúa en manada. Con el correr del tiempo era sólo cuestión de saber qué lugar jerárquico ocupaba Peralta en la manada de lobos antisemitas y en qué circunstancia fue que él decidió atacar. A la luz de los hechos y pasado el tiempo, parece ser que, de ser uno dentro de la manada, decidió actuar como líder; a cuatro años del evento ese status parece confirmarse.

No sólo Peralta adoctrinó a un compañero de su internación en el Hospital Vilardebó, que a su vez también decidió tomar acción por cuenta propia en un evento en Paysandú el 29 de abril pasado (que fuera muy poco difundido en la prensa en general); ahora Peralta es confirmado inimputable por el Tribunal de Apelaciones Penal de 1er Turno tal como informa Búsqueda hoy en su página 12. De ser un “lobo solitario” Omar Peralta queda erigido como líder de la manada en un sentido tan simbólico como real, como real y concreto es un asesinato o cualquier tipo de amenaza hecha en público.

Tal vez sea inútil discutir la sentencia de un tribunal, a su vez basada en la opinión de expertos, pero a todos nos queda un retrogusto amargo. Como judíos, razón por la cual fue asesinado David Fremd Z’L, también nos abruma una sensación de injusticia, de estupor, fragilidad, y cierto grado de fatalista certeza que nunca queremos asumir del todo: de que, locos o no, hay antisemitas en Uruguay, que las redes de odio funcionan y se accionan (aunque sea de tarde en tarde), y que si bien somos un país ejemplar en muchos sentidos (lo venimos demostrando con orgullo en este tiempo de pandemia), no somos inmunes a las patologías de odio que asolan a la Humanidad.

La inimputabilidad del asesino Omar Peralta cierra un capítulo triste en la historia de la comunidad judía del Uruguay. Deja abierta una rendija por donde bien pueden olfatear otros lobos, de esos que buscan siempre la presa más ingenua. Denunciar el antisemitismo en forma genérica, en eventos remotos, de poco sirve cuando el hecho acontece en tu vereda. “Cuando vienen por ti”, como dice el famoso poema atribuido a Brecht, ese es precisamente el momento de hacerse escuchar. Me pregunto si hemos estado a la altura de la circunstancia.