Dejemos que Israel anexe Cisjordania
Gideon Levy, Haaretz 10 de Mayo de 2020
(el que sigue es un extracto del artículo original en inglés)
¿De qué tiene miedo la centroizquierda israelí cuando se habla de la anexión? ¿Por qué la Unión Europea y otros países fingen ese enorme clamor contra este hecho futuro? La anexión siempre ha sido presentada como la madre de todos los desastres, pero tenemos que dejar de temerla e incluso decirle que sí. Se perfila como la única forma de salir del punto muerto en el que estamos, la única sacudida posible que podría terminar con este status quo de desesperación en el que nos hemos quedado atrapados y que ya no puede llevar a nada bueno.
La anexión es de hecho un premio intolerable para el ocupante y un castigo indignante para los ocupados. Legitima los crímenes más graves y destruye los sueños más justos, pero la alternativa es aún peor, porque eternizaría la situación criminal, esta situación que se ha perpetuado durante mucho tiempo y, además, establecería una realidad de apartheid.
Pero la anexión también pondría fin a las mentiras y obligaría a todos a mirar la verdad a los ojos. Y la verdad es que la ocupación está aquí para quedarse. Ya ha creado una situación irreversible, con unos 700.000 colonos, incluidos los de Jerusalem oriental, que nunca serán desalojados, y sin su desalojo, los palestinos no tendrán más que «Bantustanes», no un estado, ni siguiera un estado de mentira.
Esto es lo que temen los opositores a la anexión: sin un proceso declarativo y legal, será posible continuar sembrando ilusiones sin fin y para siempre. La anexión amenazaría la vida falaz de la Autoridad Palestina, que continúa comportándose como si fuera un estado libre con la soberanía solo a la vuelta de la esquina, del campo de paz israelí, que sigue creyendo que todavía existe la posibilidad de una solución de dos estados, y de la Unión Europea, que cree que es suficiente emitir (¡fuertes!) condenas contra Israel y luego sentarse y no hacer nada, proporcionando fondos a la Autoridad Palestina y armándola, para presentar sus «valores compartidos» con Israel. La anexión desafiaría a los negadores de la realidad que nunca han sido desafiados en sus vidas. Por lo tanto, todos deberíamos estar a favor de ella, a pesar de la injusticia y los desastres que puede crear; a la larga, el precio será menor que el de la situación existente en la actualidad.
Es precisamente el opositor jurado de la anexión, Shaul Arieli, quien mejor ha descrito sus ventajas. En un artículo reciente (Haaretz, edición en hebreo del 24 de abril), señaló cómo colapsaría la Autoridad Palestina, se cancelarían los Acuerdos de Oslo, la imagen de Israel sufriría daños y probablemente estallaría otro ciclo de derramamiento de sangre. Estos son peligros reales que no se pueden tomar a la ligera, pero también dice: «El paso de la anexión sería un gran golpe para los puntos de equilibrio de la situación actual y alteraría su fragilidad». ¿Y qué más podemos pedir, Shaul Arieli? La estabilidad que ha creado la ocupación, su rutina de normalidad, son los grandes enemigos de cualquier esperanza para ponerle fin. Uno no tiene que ser anarquista o marxista para ver la oportunidad latente en esta terrible visión. Después de todo, la anexión es más reversible que los asentamientos: la política de anexión puede convertirse, algún día, en democracia.
Traducción: Daniel Rosenthal