Y les contarás a tus hijos…

Yossi Klein Halevi, The Times of Israel, 6 de abril de 2020

Hoy, con tanta gente mayor muriendo, con tantos de nosotros aislados de la familia, es el momento de explicar por qué el relato judío nos importa. Esto es lo que les contaré a mis hijos.

El judaísmo es una cultura que valora a sus mayores como depositarios de la sabiduría tribal, y en ningún momento del año judío los ancianos son más esenciales que en Pésaj. “Y les contarás a tus hijos”, nos indica la Hagadá: Cuéntales a tus hijos por qué es importante esta noche, por qué es importante este relato. Pero ahora, nuestros mayores están muriendo, muchos de ellos prematuramente. Y tendremos nuestro Séder sin la presencia física de los ancianos, nuestros transmisores de la memoria. Éste es un llamamiento a los padres y abuelos, a mi generación: éste es el momento de explicar por qué la historia judía es importante para ti. Algunos de ustedes estarán presentes en el Séder de sus hijos y nietos a través de Zoom; otros podrán encontrar una forma alternativa de transmitir su comprensión del significado de la historia judía. Si tienes problemas para decir las palabras, escribe una carta o grábate a ti mismo.

¿Por qué importa este relato? Sea cual sea tu respuesta – por la historia judía, porque Dios nos lo ordenó, por el Holocausto, por tikun olam– trata de profundizar un poco más.

Esto es una versión de lo que pretendo contarles a mis hijos en este Pésaj:

Soy judío porque amo un buen relato. Y los judíos son un relato que nos contamos a nosotros mismos acerca de quiénes creemos que somos.

Soy judío porque los relatos tienen un propósito. Y el relato de Pésaj nos recuerda que el pueblo judío fue fundado intencionalmente, para transmitir el mensaje de que este mundo no es aleatorio sino intencional, un reflejo de una creación con un propósito.

Soy judío porque insistimos, a veces contra toda evidencia racional, de que la realidad de Dios será hallada en el relato judío. Dado el abuso que los judíos han sufrido, esa noción a menudo puede parecer descabellada, cuando no francamente ridícula. Por cierto, a mi padre y a muchos de los que sobrevivieron al Holocausto junto con el así les pareció en 1945. Sin embargo, la vitalidad continuada del pueblo judío es en sí misma una reivindicación de ese significado.

Soy judío porque fuimos fundados en un acto de redención divina y enviados a la historia para ayudar a preparar a la humanidad para el momento en que todos se presentarán ante el Sinaí.

Soy judío porque somos un imán para las fuerzas del mal. Al tratar de destruirnos, el mal busca arrancar de raíz un aspecto de la presencia de Dios en el mundo.

Soy judío porque expreso mi visión de la unicidad humana a través de la especificidad judía, al igual que el primer judío, Abraham, a quien se le dijo que abandonara su lugar de nacimiento y la casa de sus padres, para separarse del mundo, para ser una bendición para el mundo. Bendecimos al mundo desde nuestra relato, a través de nuestra historia. Incluso cuando confrontados con desafíos abrumadores y a veces perdemos el rumbo, el relato judía nos vuelve a mostrar el camino como una brújula que nos conduce a la promesa redentora de Pésaj.

Soy judío porque un mundo cada vez más desamparado necesita sus pueblos venerables que aún conservan los recuerdos antiguos, que aún pueden acceder a cada una de las fases de la sabiduría humana.

Soy judío porque siento el privilegio y la responsabilidad de haber nacido después del Holocausto y de la creación de Israel y del surgimiento de la Diáspora más fuerte de la historia judía, un momento en que el relato judío parece haber alcanzado un punto culminante, cuando nuestras peores pesadillas y nuestros sueños extravagantes se han cumplido hasta cierto punto y se nos ordena encontrarle el sentido a todo.

Soy judío porque somos los grandes sobrevivientes de la historia. En un momento de creciente temor apocalíptico, cuando la humanidad tiene, por primera vez, la capacidad de destruirse a sí misma, los judíos necesitan compartir su sabiduría de supervivencia. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo no sólo sobrevivimos a todos los imperios que buscaban destruirnos, sino que pasamos, en una sola generación, del abismo del Holocausto a uno de los momentos culminantes de nuestra historia? Estamos obligados a descubrir y compartir el secreto de la trascendencia judía.

Soy judío por la fe de mis antepasados. En los momentos en que la fe en Dios me ha sido esquiva, he confiado en aquellos judíos cuya fe era lo suficientemente fuerte como para prevalecer contra los desafíos más abrumadores que la historia podría conjurar.

Soy judío por mis padres y por mis hijos.

Traducción: Daniel Rosenthal