Vayak-Hel 5780: Reflexiones #CoronaChallenge
Traducción libre de Éxodo 35:1: “Y congregó Moshé a toda la congregación de los hijos de Israel”. En fonética, “vaykhel moshé et kol edat bnei Israel”. En la edición de Editorial Sinai, Tel-Aviv, Israel, traducen: “Y Moisés reunió a toda la congregación de los hijos de Israel…”
¿Por qué son importantes estas puntualizaciones? Hacen a la pertinencia de esta porción de la Torá precisamente este Shabat, el primero que pasaremos en medio del #CoronavirusChallenge.
En primer lugar, siempre tomamos en cuenta qué lugar ocupa la palabra que da el nombre a la porción semanal como factor significativo; en este caso, el verbo “congregar” ocupa el primer lugar, sólo antecedido por la tradicional retórica bíblica del “Y”. En segundo lugar, el texto que leemos esta semana habla de ser congregados, de juntarnos, para luego escuchar. Como título, no podía ser más elocuente: la porción de esta semana comienza con una acción que, si bien no será en sí un precepto, sin ella no existiríamos: ser congregación, o comunidad. En tercer lugar, nuestra traducción libre es intencionalmente redundante: se congrega una congregación.
Escuchamos en colectivo, actuamos en colectivo, pero delegamos en especialistas las tareas que son, precisamente, específicas. Pero no hay individuos aislados, hay individuos en el seno de sus comunidades.
Este “Vayak-hel” 5780 resulta paradójico en medio de la pandemia generada por el virus Corona. Este Shabat, y probablemente algunos más, la consigna será la opuesta: des-congreguémonos: aislamiento, distancia, soledad. Pero no dejemos de ser congregación. A diferencia del texto bíblico, no podemos actuar, pero podemos ser.
Por unos días, acaso meses, no será esto una excepción sino una norma: las comunidades, sus líderes y rabinos, todos nos han pedido quedarnos en casa. Será una experiencia judía diferente, desafiante, difícil, y drástica; pero tal es la demanda frente a la plaga. A diferencia de la décima plaga de Egipto, no habrá señales en las puertas que nos salteen: el virus corona atraviesa etnias, género, grupos etarios, clases sociales, y por supuesto religiones, preferencias políticas o deportivas. Todos somos potenciales víctimas o por lo menos potenciales trasmisores.
Cuando nos sentemos a la mesa del Seder la noche del 8 de abril próximo, vaya uno a saber en qué contexto y condiciones (seguro no reuniones multitudinarias) preguntaremos las cuatro preguntas tradicionales, “ma nishtana?”, ¿qué ha cambiado esta noche? Más que nunca, tendremos una quinta respuesta: esa noche estaremos atravesando o habremos atravesado) la plaga del Corona. Cuando derramemos gotas de vino, como pocas veces, o nunca, en muchos, muchos años, estaremos disminuyendo de nuestra propia experiencia y alegría, no de aquellos que padecieron por nuestra causa. ¿Sería muy atrevido derramar una decimoprimera gota por el virus Corona?
Hace unos años escuché de parte del Prof. Claude (Dov) B. Stuczynski algunos conceptos muy reveladores acerca de los judíos marranos vistos como un fenómeno de la actualidad: el judío que vive su vida judía en privado a la vez que vive una vida pública como todos sus semejantes no judíos; no lo percibimos como judío en el espacio público, pero actúa como judío en la intimidad de su hogar. Por supuesto que el paralelismo merece más elaboración y detalle porque hay mucha casuística en la vida judía, pero me pareció una observación bien original en dos sentidos: uno, por la luz que arroja sobre cómo somos judíos en el siglo XXI muchos o la mayoría de nosotros; y dos, porque jerarquiza a los judíos marranos y los valida como opción en virtud de una circunstancia histórica. Vista la situación hoy, la opción de vivir la vida judía puertas adentro, en la familia más reducida, sin congregación (real, acaso sí virtual, ventaja de nuestro tiempo), parece más relevante que nunca.
Que la coyuntura que nos toca vivir es histórica ya no cabe duda alguna; por lo global y por sus implicancias. La Biblia previó casos así pero, por esta vez, no coinciden con nuestra realidad. Estamos a cuatro semanas de “Tazria-Metzora”, la porción bíblica que habla de la lepra, el aislamiento, y cómo nos cuidamos unos a otros. Tal vez la hora demande alterar un poco el orden de la lectura de la Torá, o por lo menos adelantarla, o tan solo ser conscientes de su magnitud una vez que nos toca vivir situaciones jamás imaginadas, percibidas como anacrónicas y perimidas. Parecería que efectivamente, “no hay nada nuevo bajo el sol” (Eclesiastés 1:9). Tal vez sea bueno recordarlo, volver a lo básico, cuando nuestra generación está tan llena de orgullo y hasta soberbia por los logros que como especie hemos alcanzado.
Como ha dicho Yuval Noah Harari (hasta él aprovecha su cuarto de hora de fama, como tantos de nosotros, en medio de la pandemia), el Sapiens (nosotros) derrotará al Corona (el virus), más tarde o más temprano; si pudimos exterminar especies gigantes por la mera cooperación de la que somos capaces, podremos, eventualmente, con un virus microscópico. Pero mientras tanto revisemos todo aquello que damos por sentado, valoremos todo lo que echaremos en falta estos próximos meses (los abrazos, los besos, el apretón de manos, la camaradería), y tomemos verdadera noción del valor de lo colectivo como consecuencia de su ausencia. Como judíos nos comprende las generales de la ley; no somos especiales ni elegidos, sólo aspiramos a perfeccionarnos. Esta es una oportunidad única.