Una mirada desde lo femenino al libro de Shmot (Éxodo)

extracto de un post de Dr. Orit Avinery, 19 de enero de 2020                                          https://blog.hartman.org.il/post/torah-now-women-in-exodus

 

La partida del pueblo hebreo de Egipto, en su conjunto de detalles, se configura como un gran relato de nacimiento. Ya en nuestra porción semanal de la Torá, en la apertura del libro de Éxodo, la trama se centra en la sala de partos. De todas las multitudes sin rostro descritas, la atención se centra en las parteras y sus acciones. Esta es una pista clara de la gran historia que estamos protagonizando: la historia del nacimiento de un pueblo.

La siguiente historia en relación a los nombres también trata sobre un nacimiento, el de Moshe. De hecho, este es un nacimiento dual: inicialmente un nacimiento natural de su madre biológica, y luego un nacimiento simbólico de su madre adoptiva, que abre el «útero» externo, la caja en el borde del agua y «da a luz» a Moisés nuevamente. La descripción del nacimiento dual también implica que la historia de Éxodo será una historia de nacimiento. Desde su inicio, la vida personal de Moshé será, en el futuro, la de todo el pueblo. Incluso antes del nacimiento de Moshé, surge la imagen de un embarazo: la familia de Iaacov desciende a Egipto siguiendo la semilla, el grano, el alimento. Recién entonces la familia comienza a crecer y desarrollarse dentro del vientre de la madre, Egipto.

Cuando un feto madura y está a punto de ser parido, le resulta difícil salir a la vida real que lo espera fuera del útero, y también a la madre le resulta difícil la parición. En la historia de Egipto, esto se intensifica, ya que Egipto es una especie de madre sustituta, cuya función no es mantener el vínculo con el recién nacido, sino permitirle separarse y emprender un camino completamente nuevo.

Las imágenes del nacimiento se vuelven cada vez más intensas a medida que avanza la historia. Cuando Egipto se niega a expulsar a los israelitas, se acude a la ayuda de la partera, es decir, Dios mismo. El proceso de nacimiento comienza y con él el estrés: diez plagas, y en cada plaga puede escucharse el grito de dolor del trabajo de parto que, por un lado, se niega a expulsar al bebé, a la vez que no puede retenerlo porque es igualmente doloroso. Las contracciones aumentan y también lo hacen los apremios para parir al bebé, hasta la última plaga, a la cual sigue la rotura de la bolsa, la pérdida del líquido, y el bebé nace.

He aquí un breve extracto del libro de Ilana Pardes «La biografía de Israel» que describe este asunto:

«La marcación (con sangre) de las puertas de los hebreos refuerza la noción de que se trata de un nacimiento. Los israelitas emergen colectivamente del útero egipcio». De la sangre como significante de la muerte a significante de vida, también supone la apertura exitosa del útero, evitando que éste se convierta en una tumba.

«Dios hace muchos milagros en Egipto (incluidas las diez plagas), pero la apertura del Mar Rojo los supera a todos. Marca el primer aliento del pueblo cuando sale al mundo abierto y sirve como un recordatorio del milagro del nacimiento en general». Como sucedió con Moshé, el pueblo fue sacado de las aguas contra viento y marea. Este es un milagro mayor, el milagro perfecto. Las dos paredes poderosas, el descenso del agua y la excitante emergencia a la tierra seca, parecen representar un gran nacimiento, un nacimiento que solo una mano divina podría provocar. Análogo a la creación del mundo.

«La imagen del nacimiento del pueblo como un nacimiento humano es clara: sangre, rotura del agua, paso a través de un canal estrecho, la proximidad de la muerte y la vida. En Egipto Dios da a luz al pueblo de Israel y está allí, a su lado, para hacerlo suyo, para acompañar el momento de nacimiento.”

El tema del nacimiento en parashat Shmot no está solo. Toda la apertura está impregnada con el sello femenino. El asunto de los nombres pone énfasis en el poder femenino a través de la representación de una variedad de mujeres que tejen y abrazan la existencia del pueblo: Shifra y Pua, la madre de Moshe, la hermana de Moshe, la hija del faraón, y Zipporah. La concentración de estas mujeres formó la base de muchos Midrashim que abundaron en descripciones de las tribulaciones de estas mujeres durante el período de esclavitud y su responsabilidad para que el pueblo de Israel siguiera creciendo y multiplicándose, incluso bajo las duras condiciones y crueles decretos que se les impusieron.

 

Traducción: Ianai Silberstein