Todos Somos Fake News

Karin Neuhauser, TuMeser, 17 de octubre de 2019

¿Y si las fake news fueran un nuevo modo de existir en el mundo?

Hasta hace un tiempo, el paradigma decía que había un mundo, UNO, independiente por completo de cualquier observador. Eso, técnicamente,  se llama “realismo”.  Implicaba la idea de que hay “hechos”, es decir, que las cosas suceden realmente de una cierta manera. Cualquier  diferencia en los relatos de lo que sucedió se debía simplemente a interpretaciones o puntos de vista diferentes. Noticias verdaderas eran las que informaban sobre hechos reales; “fake news”, en cambio, eran mentiras, diseñadas para manipular a la gente. Ese era el mundo que más o menos todos compartíamos.

Sin embargo, hoy, cuando creemos en algo, y buscamos sobre ese algo en internet, y Google, o  facebook empiezan a hablarnos de ese algo, y solo de ese algo, todo lo demás desaparece, y nuestro mundo pasa a estar constituido por ese algo que atrajimos en primera instancia con nuestra búsqueda. Como al vecino le sucede lo mismo, solo que con otro “algo”, al rato el vecino termina viviendo en un mundo y yo en otro. Ninguno de los dos mundos es independiente del observador. El mío depende de mí, y el del vecino, de él. Muchas veces vemos que dos vecinos de puerta, uno palestino y otro judío, uno macrista y otro kirchnerista, uno frenteamplista y otro blanco, no viven en el mismo mundo. Es cuando uno ve lo que hace o dice el otro y se pregunta: ¿y éste, en qué mundo vive???

Una noticia “falsa” sobre el vecino es un “otro yo” del vecino, diseñado, creado con una intención; es un mundo no espontáneo, no inconsciente, sino intencional. Lo puedo crear yo, por ej. para perjudicarlo, pero también él mismo, para promocionarse. Si me considero un mundo de diseño, puedo empezar a reconocerme mi propia intención al diseñar. Con ello, me descubro el poder de usar el mundo de mi vecino, su yo, o su otro yo, y también de usar el mío, incluso ante mí misma;  de dar, o darme, noticias falsas sobre mí o sobre él, fabricadas con alguna finalidad. Así, las fake news y los big data en realidad materializan y usan, para mal, lo que cualquier libro de autoayuda viene diciendo desde hace décadas: que creamos  realidad con nuestros pensamientos.  Y visto así, todos somos fake news.

Todos acontecemos, y en ese sentido somos “news”; además, somos “fake”, porque manipulamos nuestro propio mundo, nuestro ser, nuestro yo y nuestra circunstancia, más o menos inconscientemente, para captar simpatías o “megusta”, para obtener beneficios, o poder, del modo que los entendamos. Ya no somos de una cierta manera, no hay algo “verdadero” detrás de esa apariencia.  Nos convertimos en esas personas con mil rostros, como Trump, una cara para cada votante potencial, un conjunto de frases diferentes diseñadas específicamente para cada uno de ellos, y por cada uno de ellos.  Cada cual se convierte en mundo, pero también en una propuesta de mundo hacia los demás. En vez de un mundo más o menos compartido, empieza a haber muchos munditos, a veces compartidos por grupos, a veces individuales, pero todos públicos, y en competencia, porque todos aspiran a que SU propuesta de mundo sea comprada por el resto, a que SU mundo sea LA realidad … para alguien.

Por supuesto, a veces también esos munditos se cruzan, o se chocan. Un palestino acuchillador vive un muy mal mundito, muy lejano del del judío que se le cruza en la calle. Su mundito tiene judíos malos, preferentemente muertos, y los crea a ambos acuchillando. De nada sirve que el mundito de la víctima no tuviera palestinos acuchilladores, o ni siquiera tuviera palestinos. No lo salva.

Visto así, luchar contra las fake news, hoy, es luchar contra molinos de viento, contra algo que no es el punto; es desgastarse buscando cómo fue el hecho real, cuando ya no existe tal cosa.  Si no son “fake news” sino propuestas de mundos, la lucha no es es contra un mecanismo de intervención ajena en la mente, sino en el propio interior, para atraer, seleccionar, compartir, diseñar o proponer  mundos personales mejores; para elegir qué mundos ningunear, y qué mundos vivir.