Premio Nobel que deshonra a las víctimas de genocidio.

Ed Vulliamy, The Guardian, 12 de octubre de 2019.

Así que el premio de literatura más importante le es otorgado a un escritor que niega la existencia de esos campos de concentración que tuve el maldito honor de encontrar en Bosnia en 1992, y quien elogió a Slobodan Milošević, autor intelectual del huracán de violencia del que formaron parte, y que discute la masacre de Srebrenica de 1995. Peter Handke es un apologista del genocidio ocurrido en tiempos recientes en el corazón de Europa. Él dice una cosa, mientras que la tierra de los Balcanes da a luz sus fosas comunes. Mientras Handke ofrece sus puntos de vista, los huesos son hechos reales.

¿Importa esto? La literatura debe existir independientemente de la política; el premio Nobel podría ser otorgado con independencia de la moral o de la ideología. Pero eso no es lo que el premio se propone ser o hacer. Se otorga, siguiendo la voluntad de Alfred Nobel, por trabajo sobresaliente “en idealiskriktning”, en una dirección ideal o en dirección de un ideal. El premio sí  tiene pretensiones morales y literarias: Seamus Heaney lo ganó en 1995 por su trabajo de “belleza lírica y profundidad ética”. Ezra Pound fue uno de los mejores poetas del siglo pasado, pero nunca ganó el premio, posiblemente debido a su fascismo y espantoso antisemitismo.

Handke no solo expresó su opinión en su libro “A Journey to the Rivers: Justice for Serbia” (Un viaje a los ríos: justicia para Serbia) y su homilía en el funeral de Milošević, sino que se esforzó por justificar el asesinato en masa y, en este contexto, igual de importante, las mentiras. Ofreció testificar a favor de Milošević en La Haya. Si lo hubiera hecho, podríamos habernos encontrado, pero como partes antagónicas. Lo que pasa con nuestros informes en Bosnia es que, como dijo Henry Kissinger, otro controvertido premio Nobel (por la Paz, en 1973): “Tiene la virtud añadida de ser verdad”.

La verdad está en peligro en estos días. “Hechos” falsos son fabricados y difundidos fácilmente. Los políticos difuminan y manipulan la diferencia entre la verdad y la mentira. La ecuación de Skebrenica de Handke con menos atrocidades por parte del ejército bosnio es como Donald Trump culpando a “todos los lados” por lo ocurrido en Charlottesville y encontrando “gente muy buena” entre los neonazis. De hecho, se puede ver que el espíritu político actual de la negativa a vivir con “el otro” tiene sus raíces en la carnicería post-yugoslava.

Hay algo extraño en Bosnia: ¿por qué no importa en la vida de una figura pública el hecho de haber respaldado o negado la matanza? Harold Pinter ganó el Nobel en 2005 habiéndose unido a la campaña “Liberen a Milošević”. Noam Chomsky es venerado, por todas sus cambios de opinión y equivocaciones sobre los campamentos y Srebrenica. Me pregunto si estas personas, al igual queHandke, consideran su impacto abrasador en los sobrevivientes y dolientes. Cuando le pregunté al Dr. Idriz Merdžanić, que trató de atender a hombres torturados y mujeres violadas en el campamento de Trnopolje sobre los negadores, dijo: “Es bastante difícil encontrar palabras para describir los campamentos y lo que nos ocurrió, pero no tengo palabras para describir lo que estas personas están haciendo”.

Cualquier persona preocupada por preservar una narrativa de acuerdo con lo que sucedió en Bosnia sólo puede reaccionar a este premio con un amargo agotamiento, una sensación de que esos esfuerzos fueron en vano. Por lo que valga, mi visión del periodismo es que caminas en línea recta e informas lo que es verdad. Esto es algo que resulta no ser especialmente lucrativo y más difícil de lo que debería ser. La literatura opera con otros estándares – como debería – y sin embargo, esta atrocidad desde la torre de marfil procede del ofuscamiento de reescribir la historia. Ellos ganaron, nosotros perdimos; las mentiras ganaron, la verdad perdió.

Entonces, ¿cuál es el punto? ¿Para qué molestarse? Contra Handke, presentaré al escritor cuyo lugar en el podio en Estocolmo en 1957 Handke mancha: Albert Camus. El magnífico discurso de aceptación de Camus fue sobre cómo el deber de un escritor es hacer más que escribir: también dar testimonio sobre la verdad. Diez años antes, Camus había publicado su obra maestra “La peste”, cuyo héroe, el Dr. Rieux, se adhiere a una compleja noción de esfuerzo inútil: uno lucha para salvar la vida de un niño infectado aunque esté condenado: lucha contra la peste, porque eso es lo correcto.

Sin embargo, en este presente sin valores, corresponde citar al predecesor de Handke de 2016, Bob Dylan: “A veces creo que no hay palabras/ Pero éstas para decir lo que es verdad./ Y no hay verdades fuera de las Puertas del Edén”.

Traducción: Daniel Rosenthal