«Poetic Closure»: Iom Kipur 5780
Allá por lo s años setenta leí un libro sobre cómo terminan los poemas: “Poetic Closure”, de Barbara Herrsntein Smith (The University of Chicago Press, 1968). Más allá de su contenido, y por aquello del paralelismo entre la Literatura y la vida misma que muchos pregonan, o tal vez por la belleza de su título, siempre recordé ese seminario, el profesor que lo dictó, y el libro; allí está aún, ajado apenas, entre los libros que reflejan mi vida. Pero debían pasar cuarenta años para que la metáfora del “cierre poético” adquiriera relevancia; porque antes uno no pensaba en cierres o finales, pero pasada cierta etapa de la vida, inexorablemente la idea se cuela y llega para quedarse. Finalmente, entendemos que todo llega a su fin. La pregunta es, tal como lo plantea Herrsntein Smith respecto de los poemas, cómo sucede.
Difícilmente una fecha del calendario hebreo nos aproxime más a esta noción de finitud que Iom Kipur. Sea porque nuestros difuntos nos acompañan durante Izkor, sea porque tememos a nuestra propia finitud y nos embarga la ignorancia de nuestro destino, sea porque introducimos la culpa, la confesión, y la esperanza, pocas experiencias resultan tan culminantes. Precisamente por eso al cierre de Neilá nos inunda la algarabía y el sonido del Shofar, y proclamamos que el año próximo estaremos en Ierushalaim, metáfora de la esperanza si la hay. Nada ha terminado verdaderamente; tan sólo, y no es poco, hemos hecho el ejercicio de pensarnos finitos para volver a empezar. Se han cerrado las puertas del cielo, pero nosotros aún no las hemos cruzado. Lo único que cierra es el Día del Perdón en sí mismo.
Si Iom Kipur es tan convocante esto obedece a la incógnita de ser o no rubricados en el libro de la vida. Cuando finalmente comenzamos a cantar “ábrenos los pórticos” (Ptaj Lanu Shaar) al final del día, nos sabemos más próximos a la vida que a la muerte. Vestimos de blanco en representación de nuestra disposición a absorber todo lo que nos toque hasta el próximo Iom Kipur, que venga para nosotros en paz.
Iom Kipur adquiere mayor sentido en la medida que nuestra vida avanza porque la finitud no es parte de nuestro inventario cuando estamos construyendo nuestro futuro. En esos tiempos Iom Kipur se conecta más con lo vital que con lo final: estar con nuestros padres y abuelos en el seno de nuestra comunidad, acercar a nuestros hijos a nuestros rituales y tradiciones. Pero el sentido último, aunque suene obvio, queda para el final: cuando empezamos a notar ausencias, cuando cunden los recuerdos por sobre la experiencia, cuando nos ponemos contemplativos, nos asomamos a lo insondable, y nos atrevemos a preguntarnos acerca de los finales: cómo terminan las cosas.
Al final del día, y a pesar del peso simbólico de Kol Nidre, Izkor, y los “Vidui” que hacemos a lo largo del día, Iom Kipur es más acerca de “Avinu Malkenu” que de finitud y fatalismo. Es el cantar comunitario de entrega y esperanza a lo insondable e inaprehensible, un pedido que se desarraiga de nosotros mismos para convertirse en redención.