Elul, «Ree», y el Lenguaje Binario.
Elul es un mes de recogimiento, reflexión, y por qué no, reencuentros. Elul empieza esta noche de viernes junto con Shabat. Otra vez, es esa época del año que supone anticipo y perdón. Parashat Ree, que leemos este Shabat, empieza con una propuesta binaria: “Mira que hoy pongo ante vosotros una bendición y una maldición” (Deut. 11:26). Si continuamos leyendo veremos que nada es tan simple: todo depende de cómo actuemos. La simpleza del lenguaje binario nos obliga por un lado a ser meticulosos a la vez que celosos en nuestras conductas cotidianas: las instrucciones que encontramos en Ree justifican para muchos un accionar dogmático e intolerante. Sean los alimentos, sea cómo tratamos a los “infieles” (aunque sean nuestros amigos más queridos), el texto lleva lo binario a sus extremos. Es que lo binario es o no es, no tiene matices.
La post-modernidad está caracterizada por la fractalización de la realidad. El lenguaje post-moderno admite singularidad, matices, opciones, todas ellas en igualdad de condiciones, casi intercambiables entre sí. Hoy tenemos minorías en todas sus variedades, desde colectivos LGTB, a veganos, vegetarianos, o autistas, zurdos, genios, síndromes varios, y así sucesivas opciones. Todas valen, todas deben ser tomadas en cuenta. El lenguaje bíblico no incluye las complejidades de la post-modernidad: hay sólo dos montes, Grizim o Ebal. No es un mero concepto, es un espacio concreto. Aquello que parece intercambiable, no lo es: uno es una cosa y el otra una muy otra.
La lectura de la Biblia, en especial en sus primeros cinco libros de la Torá, suele descolocarnos ante un lenguaje tan inequívoco en sintaxis y semántica. Debemos hacer un esfuerzo enorme, desde nuestra consciencia siglo XXI, para que algo de lo que está allí escrito, si no somos creyentes en el sentido de que esa es la palabra literal de Dios, tenga sentido o por los menos nos signifique algo. Hay un sustrato tan básico, simple, y binario de lo bueno por un lado y lo malo por otro, que nuestra comprensión actual de la realidad nos dificulta captarlo. No podemos leer la Biblia como si leyéramos a Harari, en especial en su tercer libro, las “21 preguntas para el Siglo XXI”. Harari es más bíblico de lo que él admitiría en “Sapiens”.
En términos binarios, de blanco o negro, por momentos me siento como un hijo de Israel que está por cruzar el Jordán: en lugar de los montes de referencia, tengo de un lado la Biblia y del otro la serie de HBO “Years & Years”. ¿Cuál texto tomo como comprensión de la realidad? Ninguno me habla exactamente en un lenguaje que me sea fácilmente inteligible: el bíblico es tan terminante que deja fuera casi todo lo que conozco como “la vida misma”, mientras que el texto cinematográfico incluye tanto que “la vida misma” me supera y desespera. Al final del camino, como los personajes de la serie, todos queremos volver a la casa de la Bobe.
Creo que Elul es un mes para el pensamiento binario. Ya entrado Tishrei, con el tiempo para la meditación, el rezo, la vida comunitaria, el despojamiento de las Sucot, tendremos tiempo para complejizar la realidad y renovar los significados de las metáforas bíblicas. Pero Elul, que corre inexorable hacia ese nuevo tiempo y agota el pasado, es una instancia de opciones simples: pido perdón, o no; dialogo, o callo; amo, u odio; doy, o no doy; me hago presente en la vida de mis semejantes, o me ausento. No hay matices: es hacer, o no hacer. Pedir perdón no es más que decir una palabra; aceptarlo ni siquiera exige una palabra; pero hay que decirlo, y debe ser aceptado.
Si bien este lenguaje bíblico binario resulta muy apropiado en un tiempo de “teshuvá” como Elul, también trae consigo el peligro del desentendimiento. Todo aquello que suponga elegir un monte supone también descartar o ignorar el otro. En aras de buscar la bendición (literalmente en hebreo la “brajá”), podemos caer en el error de ignorar el entorno. La propuesta es ascender el monte Grizim, pero el Ebal estará siempre a la vista y no es posible ignorarlo; ambos montes existen. La aspiración de Elul es la ficción de estar en el monte de las bendiciones, pero la realidad es que siempre nos moveremos entre ambos. Porque no sólo esos montes están del otro lado del río: “¿No están acaso ambos montes al poniente del Jordán donde habitan los cananeos, en el Arabá, frente a Guilgal y cerca del encinar de Moré? Y vosotros habéis de cruzar el Jordán para heredar la tierra…” (Deut. 11:30-31).
Como cantó Paul McCartney, “cuando me encuentro en tiempo de tribulaciones” (Let It Be, traducción libre), yo recurro a la poesía.
e.e. cummings, poeta estadounidense, escribió:
Only each mountain, like steadfast soul,
Up through the strangling billows towers free
Cada montaña, en toda su individualidad, representa un alma obstinada que se libera a través o a pesar de las sofocantes e irregulares torres de sus propias murallas. La influencia del lenguaje bíblico en la poesía de cummings está probada y estudiada. De un lenguaje metafórico a otro la distancia es enorme, pero las grandes preocupaciones humanas permanecen.
Elul es el tiempo de nuestra obstinación por ser inequívocamente mejores. A pesar de todo.