Libro de Rut
El viernes pasado contamos por última vez el Omer, completando siete semanas. Shavuot no tiene mitzvot (preceptos) específicos (como escuchar el Shofar en Rosh Hashaná o leer Meguilat Ester en Purim), pero tal vez por su propia naturaleza se convierte en la festividad paradigmática del estudio, el aprendizaje, y la transformación. Cuando en Pesaj repetimos la misma historia en todos sus detalles y en Sucot vivenciamos la precariedad de la existencia, Shavuot se presenta tan abierta como la queramos asumir: estudiar Torá, lo que hacemos la primer noche, es una oportunidad de abrevar en las fuentes y, sobre todo, adquirir verdadera dimensión de su riqueza y complejidad. La festividad agrícola ha quedado simbólicamente muy atrás en nuestra cultura moderna, mientras que el concepto de la “entrega de la Torá” tiene connotaciones religiosas tan fuertes que es, si no ignorado, soslayado por muchos judíos. Por lo tanto, esa “feria de ofertas” que se genera la noche del Tikún expresa la conexión que muchos judíos sentimos con esta festividad: estudiar.
Este Shavuot 5779 ha sido especialmente fructífero en lo personal: no sólo participamos de un Tikún plural (tres diferentes lecturas del Libro de Rut) en la NCI de Montevideo, sino que sumamos la voz de la profesora Orit Avnery desde el Shalom Hartman Institute de Jerusalém. Por primera vez, y nunca es tarde, aparece ante nuestros ojos la complejidad del breve texto bíblico en toda su dimensión y matices; lo cual nos asoma a la tortuosa y compleja dinámica de ser y no ser, pertenecer y no pertenecer, preservar y renovar. Es paradójico que en la festividad donde conmemoramos el acto de recibir La Ley (la Torá) leamos un texto tan lleno de contradicciones y conflictos. Con toda su inamovilidad, su autoridad, y sus normas, la Torá nos habilita a leer el Libro de Rut al tiempo que asumimos el Pacto; es una forma de reafirmar que “no está en los cielos” (Deut. 30:12) sino en el espíritu de los hombres.
El Rabino Dany Dolinsky nos ofreció una lectura “personal” de Meguilat Rut en el sentido de que somos los seres humanos quienes tomamos las decisiones y construimos la realidad y el futuro; la decisión de “ser” judío y aceptar un destino común es, en definitiva, una decisión personal. Por otro lado, el Rabino Max Godet ofreció una lectura más cabalista y simbólica del texto, construyendo una lógica interna que conduce a la llegada del Mashiaj (mesías) desde la genealogía del Rey David. Godet habló del espíritu mesiánico que impregna el relato. Entre ambas propuestas, el escritor René Fuentes propuso una lectura más literaria del texto como parábola y como obra maestra del cuento breve: la transformación interior de una persona a través del uso del lenguaje poético inserto en una prosa fundacional. En lo acotado del tiempo asignado a cada orador, y armando el rompecabezas con las piezas que cada uno fue aportando, me quedó la sensación de necesitar una lectura más exhaustiva del texto. Porque sin duda alguna, todo lo expuesto está en el texto; pero su grandeza y relevancia precisa de más tiempo, más estudio, más referencias. En definitiva, el Tikún de Shavuot en la NCI instaló el deseo por saber, entender más.
Es allí que el video con la conferencia de la profesora Orit Avnery viene al caso. En poco menos de una hora nos ofreces dos lecturas de un mismo texto: por un lado, una lectura de inclusión y aceptación con un fuerte tono femenino o feminista, y por otro una lectura de alienación y oportunidad con un tono masculino o machista (los matices de género son míos, Avnery apenas si los sugiere). En una de las lecturas, las mujeres son protagonistas, dueñas de la iniciativa, y decisoras de su destino, mientras que el hombre (Boaz) juega un rol facilitador pero no decisorio; en la otra lectura, Rut es prácticamente un mero vientre que engendra, pero no cría, a quien será el abuelo del Rey David, Oved. Como sea, más vale ver/escuchar la clase de Avnery en toda su extensión por sus referencias al texto y su manejo de las complejidades y matices que se presentan. Lo nuestro es un esquema sobre-simplificado de su propuesta; tómese como tal. Lo traemos a colación, aun a sabiendas de su parcialidad, porque ilustra la magnitud semántica del texto y su inclusión en Shavuot. Tal como señala Avnery, el Libro de Rut finaliza en torno a murallas y puertas (de la ciudad) donde se dilucida y valida el destino de los personajes; menuda metáfora de los desafíos estructurales que nos definen: cuánto abrimos las puertas, cuán inaccesibles son las murallas. El texto es inequívoco: hasta una moabita (prohibición bíblica primitiva) puede ser genealogía del mesías; pero sólo UNA moabita, excepcional en su carácter y circunstancia. El judaísmo que el Libro de Rut sugiere no está exento de historias de amor, de fidelidades extremas, aceptación y sumisión, a la vez que rescata el libre albedrío, la decisión firme, y el sentido del objetivo nacional a través de la vida de las personas.
El Libro de Rut es, y precisamente por todo lo expuesto por Dolinsky, Godet, Fuentes, y Avnery, una apología de la validez de la conversión. Seguramente su inclusión en el canon obedece a fuerzas opuestas post-exilio que obligaban incluso a divorciar a las mujeres babilonias (reformas de Ezra). Pero en definitiva el texto es paradigmático en el sentido que representa, para siempre, el conflicto entre nosotros y los otros. Si bien el texto habilita la incorporación espontánea al pueblo de Israel, la espontaneidad no es suficiente: tiene que superar tres rechazos (por parte de Noemí), tiene que justificarse, tiene que cumplir ciertos ritos y normas, y sobre todo, tiene que haber “dejado a tu padre y a tu madre, también tu tierra nativa…” (Rut 2:11), vale decir, renunciar a lo que fue. Pero sobre todo, y especialmente por sobre esta supuesta “primer” conversión bíblica todavía no perfeccionada, el Libro de Rut es paradigmático y estructural a nuestra identidad por las alusiones bíblicas que trae, su rica intertextualidad: la historia corrige la genealogía trampeada construida en la historia de Iehudá y Tamar en Génesis 38, a la vez que trae consigo ecos de Génesis 12:1, “Vete de tu tierra, de tu familia y de la casa paterna …”, y finalmente estructura un cierre en función de las leyes deuteronómicas del levirato.
Alguna vez escuché la denominación de ciertos personajes bíblicos como “mujeres subversivas” en el sentido que alteraron un orden aparentemente preestablecido; la Tamar de Géneis 38 es una de ellas. Valdría la pena preguntarse si las mujeres del Libro de Rut no encajan en esta percepción: no sólo Rut, la moabita (subversivo de por sí), sino la propia israelita Noemí, que no sólo la acoge sino que redime a su familia a través suyo. Toda la Torá está llena de mujeres que toman el destino en sus manos y determinan la historia y las futuras genealogías: Sara respecto de Hagar e Ismael; Rivka respecto de Iaacov y Esav; Iojebed y Miriam respecto de Moshé. Por qué no Rut, por qué no Noemí.
Acaso el Libro de Rut represente, en toda su complejidad y matices, a través de ese vínculo suegra-nuera tan particular, la tensión permanente que vivimos entre privilegiar el “yichus” de una genealogía o enriquecer el acervo de una tradición. Porque en definitiva sólo podemos vernos a nosotros mismos si conseguimos vernos como otro, el que está del otro lado del espejo.