David Fremd Z’L: Iortzait.
Al cumplirse tres años de la prematura e inesperada muerte de David Fremd Z’L en Paysandú no podemos ni queremos eludir la responsabilidad de no sólo recordar el hecho, sino recordarlo a él. Mediante el recuerdo, construir legado. Pasado este tiempo, cuando la vida ya ha vuelto a mirar hacia delante, es imprescindible construir un discurso de reflexión, aprendizaje, y significación. Los recuerdos personales quedarán en los corazones de sus seres cercanos; pero su comunidad, su Paysandú, su país, deben imponerse la trascendencia: no de la persona, sino de la circunstancia. Por ello la NCI de Montevideo, con la colaboración de Bnai Brit Uruguay y el apoyo de todo el «ishuv», ha organizado un acto por la Convivencia cuyo tema central serán los Crímenes de Odio el próximo 14 de marzo de 2019.
Mientras tanto, y aunque tal vez no sea lo más común, hemos recogido pasajes de nuestras pasadas editoriales, desde 2016 a 2018 inclusive. Porque, con toda honestidad, queda poco más que decir; los pensamientos son recurrentes, igual que los recuerdos. No vale la pena repetirse si uno ya ha intentado decirlo una vez.
«No tantos años después había yo de comprender que la cuestión para David Fremd (Z’L) no estaba entre lo “conservador” y lo “ortodoxo”, sino entre lo judío y lo no judío. Para mí, que venía de las asordinadas bregas y las intestinas y mezquinas luchas comunitarias, el lenguaje llano y simple de David me hizo acordar a la célebre frase del rabino David Hartman (Z’L): “just give me plain kosher”. De David a David, la demanda era una sola: dame judaísmo, porque todos somos judíos; no me vengas con clasificaciones, calificaciones, diferencias, ni denominaciones.
Parafraseando a Gertrude Stein, un judío es un judío es un judío es un judío.
El antisemitismo volvió a surgir cuando pensábamos que habíamos controlado y neutralizado la feroz ola que desató la guerra en Gaza en 2014. Así como nos unió entonces, vuelve a unirnos ahora; así como quedamos estupefactos entonces, estamos abrumados hoy. El antisemitismo en Uruguay obtuvo una víctima más. Sólo el futuro dirá si será la última y aislada expresión de un fenómeno antiquísimo, terrible, y patológico; sólo depende de nosotros como judíos y de nosotros como uruguayos.
Es muy tentador y bastante fácil apoderarse del dolor ajeno para convertirlo en memoria colectiva, en el mejor de los casos, cuando no en panfleto demagógico. Tratando de ceñirse a los criterios más respetuosos, sin el mero afán de sumar tragedias al collar que como yugo llevamos al cuello, recordar aquel momento tiene algo de mandato a la vez que mucho de respeto. Nosotros los judíos, que tanto empeño ponemos en recordar, no podemos permitir que aquella tragedia “aislada”, como muchos la han entendido (yo no) se pierda en los anales del tiempo de los judíos uruguayos; del mismo modo, no podemos cruzar la delgada línea entre la memoria y la sensibilidad de los dolientes.
En el asesinato de David Fremd Z’L no hubo nada aislado, nada espontáneo, nada “loco”. Fue el punto culminante, desfasado en el tiempo, de la crisis que supuso el enfrentamiento en la frontera entre Gaza e Israel en 2014 y sus consecuencias en nuestras orillas en el Río de la Plata. Fue un episodio de tantos: justicieros solitarios que, cuchillo en mano, salían a asesinar judíos: en las mismas veinticuatro horas sucedió en Jerusalém y en Paysandú.
No fue un “lobo solitario”: una manada exacerbada llevó a que un lobo matara.
Estos días de marzo deberían ser un tiempo para pensarnos. No sólo como víctimas milenarias del antisemitismo sino como parte de un país que no está libre de sus consecuencias. Tal vez no podamos erradicar el odio pero bien podemos empeñarnos en generar pararrayos: cómo absorber el impacto de la furia irracional, cómo sostener nuestra razón de ser, nuestra narrativa colectiva, y la alegría de ser lo que somos: judíos.
Es tristemente irónico que David Fremd Z’L haya muerto asesinado por un antisemita. Nunca lo escuché hablar de antisemitismo ni de persecución. No era ingenuo, pero creía en el espíritu democrático de su país y su ciudad, donde él y todos los judíos han vivido como tales con las puertas abiertas, con el vecino saludando, con el cliente deseando felicidad. David creía en construir judaísmo desde dentro: sobre todo vivencia, acción, acceso, contacto. Familia, comunidad, sociedad: David atravesaba todos los niveles con su actitud y su acción. No en vano tanta gente, judía y sobre todo no judía, dan testimonio de su activo interés en sus semejantes.»