Bereshit
Rabino Alejandro Bloch
Volver a comenzar a leer la Tora nuevamente es una experiencia espiritual e intelectual en si misma.
Cuando leemos cualquier libro corremos para terminarlo, para comprender su tesis, para descubrir su trama, para recibir información, para entretenernos ,etc.
Cuando leemos la Tora, la leemos Lishma, por su misma, por el valor de estudiar la Tora.
Cada año le dedicamos horas enteras a la lectura y a la profundización de la misma, con el único fin de participar de las conversaciones de nuestro pueblo.
No la leemos para saber mas, no la leemos para obtener ningún premio, eso la desvirtuaría, la leemos para beber de su manantial, para encontrar sus tesoros escondidos, para ver como la vida se refleja en ella y ver como ella se refleja en la vida.
Leemos la Tora como un acto sagrado, como la leyeron generaciones pasadas y como la leerán generaciones futuras.
Leemos la Tora con devoción sabiendo que es el libro que configura nuestra visión de la realidad, del bien y del mal, de nuestro sentido y responsabilidad.
Leemos la Tora con inocencia, tratando de leerla como la primera vez.
Leemos la Tora sin inocencia, con todas las lecturas de los comentaristas clásicos, con la información de las ciencias bíblicas, con los aportes de los pensadores de todas las épocas.
Leemos la Tora para recibir una vez mas el eco del Sinai que se actualiza en cada lectura, en cada época.
Leemos la Tora situándola en un tiempo y en un espacio, y entendiendo que es eterna y ubicua.
Leemos la Tora para leernos a nosotros mismo, para comprender porque hoy un texto nos sorprende y lo que nos molestaba antes ya lo hemos comprendido.
Leemos la Tora sedientos de significado en un mundo donde la lectura parece ser arcaica.
Leemos la Tora como un convaleciente que no puede dejarla una medicina para fortalecer su alma.
Leemos la Tora por el hecho de leerla, que no es otra cosa que ser miembros de la Tribu judia, una forma especial de ser seres humanos.
Leemos la Tora porque sabemos que es parte de los requisitos que necesitamos para obtener nuestro pasaporte de Bnei Israel.
Leemos la Tora porque sabemos que somos narración, que comenzó narrándose por otros, que ahora es nuestro turno de narrar, y que solo así otros seguirán narrando la.
Los invito a animarse a participar de este viaje, que comienza en el mismo comienzo del tiempo, y termina con una Promesa que transmitió aquel que no pudo entrar en la tierra de la promesa.