Siria, Irán, y después: los dilemas de Israel.
En su edición de ayer, 10 de mayo de 2018, el periódico Haaretz, con la firma de Amos Harel, describía los recíprocos ataques entre fuerzas sirio-iraníes e Israel durante la noche y madrugada anterior. Fiel a su postura editorial, más allá de los hechos, el artículo hacía referencia a dos temas: por un lado una supuesta desproporción entre los fallidos (así los describe el artículo) ataques hacia Israel, la mayoría de los cuales cayó en territorio sirio y algunos fueron interceptados por la “Cúpula de Hierro”; y por otro lado la inminente ola de soberbia por parte del gobierno, o alguno de sus integrantes, respecto al poder israelí. Tan es así que Haaretz titula: “La arrogancia de los políticos israelíes constituye un peligro”. En términos más concretos, el artículo advierte sobre la probable decisión de Irán de usar su arma más poderosa en la zona, Hezbollá, en su represalia contra Israel. Mal que nos pese, está claro que la línea de opinión de Haaretz tiene su fundamento en los hechos.
Que Haaretz no pierda oportunidad de atacar al gobierno de Netanyahu en cualquier campo no sorprende; así ha construido su valor diferenciado de otra prensa más obsecuente. Sin embargo, hay artículos, como las de Gideon Levy cada tanto, que exceden el agudo espíritu crítico para convertirse en verdaderos caballos de Troya. No soy quien para enseñarle periodismo a nadie (ya me han dicho que no soy periodista, con lo cual concuerdo), mucho menos criterios editoriales. Pero como lector asiduo de Haaretz por sobre cualquier otro medio israelí en inglés, hebreo, o español, me siento en el derecho de al menos observar la falta de pertinencia y el poco criterio al mezclar opinión con hechos. En especial, cuando Israel está en guerra.
Mi referente, el rabino Donniel Hartman, ha desarrollado a lo largo de los años una capacidad muy especial y sutil para yuxtaponer los hechos con los valores. Pero él no es ni periodista, ni estadista, ni gobernante; como yo y tantos, él no tiene responsabilidades en esas áreas. Las suyas tienen que ver con inspirar, difundir, y esclarecer ideas para construir una sociedad israelí y judía mejor y más sabia. Al mismo tiempo, él no sólo tiene la libertad de combinar lo fáctico con lo ético, tiene la obligación de perfeccionarlo. Por eso lo leo, por eso lo escucho, y por eso adhiero a su forma de entender el judaísmo de nuestro tiempo como un constante desafío por conjugar valores éticos y morales con la realidad que nos toca vivir.
Cuando leo los titulares de Haaretz quiero los hechos. Más tarde tal vez me interese la opinión de Gideon Levy o las del mismo Amos Harel, aunque sigo extrañando a Ari Shavit… Si los políticos en el gobierno del Estado de Israel carecen de sobriedad o usan las coyunturas militares como podio político es irrelevante en un momento de confrontación. La duda moral o ética, las consideraciones sobre la desproporción entre acción y reacción (cuál es una, cuál es otra), tomar en consideración la opinión pública, son todos valores que, en momentos de crisis, pueden convertirse en vulnerabilidad. Habrá tiempo, y en no mucho tiempo, de hacer ese tipo de consideraciones. Pero no cuando todavía humean los cielos por el efecto de los misiles.
En lo personal no tengo problema en decir que el show puesto en escena por Netanyahu revelando los documentos extraídos de Irán es un acto de soberbia como pocos. Sucede que se han juntado, en el escenario mundial, algunos personajes con un ego un tanto excesivo para manejar con criterio los asuntos que les ha confiado su ciudadanía. Trump y Netanyahu no son precisamente “modestos”. Sumemos a sus personalidades el inevitable aumento de la autoestima que provoca el éxito. En general, tengo la impresión que la política israelí ha dejado largamente de lado las posturas más austeras, sobrias, y modestas de antaño; cambios que también vemos en la sociedad israelí. Sin embargo, confío que todavía los israelíes elijan líderes cuyos asesores los ubiquen en la verdadera dimensión de su fuerza y en las posibles consecuencias de que su soberbia prevalezca sobre su buen criterio.
El Rey David es tal vez la figura paradigmática del judaísmo actual: hombre de fe, fundador de Ierushalaim, guerrero imbatible, poeta… sin embargo, su falta de criterio en el uso del poder en la historia de Bat-Sheva, explícitamente condenado por el profeta de turno Natán, son un pasaje central de la Biblia, una lección de ética y moral en medio de una historia de grandeza y heroísmo. Pero aun así, tomando en cuenta la condena, la Biblia corona precisamente al hijo de Bat-Sheva, Salomón, quinto en la línea de sucesión, como futuro rey de Israel. Los hechos son irreversibles, los valores son siempre una aspiración.
Espero que Haaretz me informe pronto que las hostilidades en las fronteras de Israel, norte o sur, han cesado. Que las armas quedan por lo menos sin gatillar hasta tanto la diplomacia, los políticos, y la opinión pública pueda hacer lo suyo. En ese momento adheriré a la línea editorial de Haaretz en forma casi incondicional. Pero no en tiempo de guerra, no cuando el ataque es inminente o se está bajo ataque. Si Liberman peca de soberbia por el éxito de la operación de referencia, será cuestión de evaluar su buen criterio más adelante. Lo importante es que no se crucen más misiles, y más importante aún, que no sea posible lanzarlos hacia Israel.
Permanentemente estoy proponiendo que la conversación judía debe versar sobre el manejo ético y moral de los asuntos que nos competen, por sobre cualquier otro tipo de consideración. Sin embargo, cuando la crisis tiene que ver con supervivencia e integridad física, primero están ambas, más adelante daremos la discusión. Difícilmente podamos tener una buena conversación judía si no tenemos judíos en el mundo.