La Tercera Vía para Israel
Ari Shavit, Haaretz 15 de setiembre de 2016
Rogel Alpher (Haaretz, 11 de setiembre) está en lo cierto. A veces, los estados cometen suicidio. De hecho, el estado en el que Rogel y yo vivimos, está cometiendo suicidio en estos días. Nos queda menos de una década. Si Israel no hace un giro en U, para el año 2025 habrá unos 750.000 colonos viviendo en Cisjordania. Y entonces ya no será posible dividir la tierra. Y si no es posible dividir la tierra, Israel dejará de ser una democracia judía. O bien se convertirá en un estado de apartheid, o en un estado binacional, el cual, después de un tiempo, se convertirá en un estado árabe.
De una forma u otra, será el fin del proyecto sionista. Tanto los hijos de Rogel como los míos no tendrán futuro en el país al que nuestros abuelos llegaron y nuestros padres construyeron, y en el que nosotros vivimos.
Pero el suicidio será verdaderamente magnífico. Nunca hubo high-tech más prometedora. La tecnología del agua nunca ha sido más impresionante. El gas está fluyendo, la cibernética se ha disparado hasta el cielo y la superioridad aérea es absoluta. Un ejército fuerte, una economía pujante y una ventaja estratégica clara contra un Oriente Medio que se desmorona crean la ilusión de que estamos en excelente forma. Es por eso que los restaurantes están llenos, los autos nuevos se agotan e incluso el aumento de los precios de la vivienda da fe de que los israelíes creen en la fuerza de su hogar nacional.
Pero la verdad es que los israelíes son víctimas de su éxito. El poder militar y el éxito económico les impide ver lo que les está esperando a la vuelta de la esquina. El Ferrari brillante que hemos construido con nuestras propias manos nos permite acelerar con los ojos cerrados hacia el abismo. Así que cada israelí cuyos ojos siguen abiertos debe despertarse hoy y virar. Cualquier persona para la que el estado sea algo querido debe intentar detener este loco viaje hacia el suicidio.
No hay tiempo para discusiones personales y cuentas personales. No hay tiempo para nimiedades y sutilezas. Debemos unir filas y movilizar fuerzas. Es hora de pasar a la acción. De tocar a todas las puertas y hablar con cada persona y cambiar el corazón de la nación.
¿Cómo podemos hacerlo? Antes que nada, admitimos los errores. Admitimos que el acuerdo de Oslo fracasó, y que la cumbre de Camp David llevó al desastre, y que la desconexión de Gaza trajo los misiles sobre Ashdod. Admitimos que Yasser Arafat nunca fue un socio, y que Mahmoud Abbas nunca será un socio, y que una parte considerable de los palestinos todavía quieren Yafo, Ramle y Lod.
Después de eso, cambiamos la vieja campaña de paz por una nueva campaña de sionismo. Le damos una dosis de su propia medicina a la derecha: mostraremos que mientras estamos luchando en la guerra del estado judío, ustedes son los antinacionalistas que están destruyendo el Tercer Templo. Ustedes son los post-sionistas que están trayendo consigo el fin del sionismo. Ustedes son la élite arrogante del siglo XXI que prefiere sus asentamientos de lujo por encima del pueblo de Israel y del Estado de Israel.
Entonces, después de admitir los errores del pasado y denunciar a aquellos que están socavando nuestro futuro, proponemos un tercer camino. Proponemos un proceso largo y gradual de repartir la tierra – uno que no se base en acuerdos amplios sino en entendimientos parciales – y de construcción de la nación. En el espíritu de Maimónides, proponemos un camino intermedio entre lo judío y lo democrático, entre lo tradicional y lo moderno, y entre el emprendedurismo y la conciencia social. Proponemos bajarnos de la cinta del caminador sobre la que estamos corriendo y tomar el camino dorado que conduce al estado modelo.
¿Está el éxito garantizado? No. Pero la alternativa es clara. Una de las razones para ser optimistas es que todavía no lo hemos intentado de la manera correcta. Desde las victorias de 1992 y 1999 no nos hemos movilizado en grande. En las dos últimas décadas tampoco hemos tenido una nueva gran idea. Lloriqueamos y nos quejamos y no hicimos nada significativo.
La segunda razón para ser optimistas es que los israelíes no son ni idiotas ni estúpidos. Si les hablamos con la verdad a nuestros hermanos y les hacemos una oferta real a nuestras hermanas, existe una posibilidad. No una certeza, sino una posibilidad.
Traducción: Daniel Rosenthal