Agon, Areté, & Olimpíadas
Emma Sanguinetti, Blog, 12 de agosto de 2016
Estoy totalmente atrapada por los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. En realidad en casa no es ninguna novedad, saben bien que cada cuatro año y sin excepción me pasa lo mismo. Soy de las que ve todo y cuando digo todo, es todo; veo la gimnasia, la natación, el levantamiento de pesas y el box, veo el tenis, el ciclismo y el rugby, veo la esgrima, el judo, los clavados, la gimnasia y podría seguir con la lista. Es más, al cierre con la maratón que nos devuelve a las Guerras Médicas he llegado a emocionarme hasta las lágrimas.
Es una fascinación que viene de lejos y de algo que extraño de nuestra sociedad pero que siento que aún sigue presente en los Juegos Olímpicos. Porque allá por el siglo VI y V a.c., los griegos hicieron del agon uno de los principios fundamentales de su cultura y así impregnaron con el espíritu agónico a toda la civilización greco-romana. El agon griego, significa competencia, una especie de catarsis que domina y domestica nuestro instinto por vencer para convertirlo en una exhibición de virtudes, talentos y valores, el areté.
Las relaciones entre el agon y el areté, son indisolubles porque solo pueden actuar juntos como un sistema en equilibrio, que hace del ansia de vencer un acto de superación de las virtudes. La literatura y el arte griego están dominados por estas ideas y allí están como prueba los héroes homéricos como Aquiles o Héctor o el Doríforo y el Discóbolo, expresión de armonía y equilibrio entre cuerpo y mente. Sin competencia -sin agon– estamos forzando nuestra naturaleza a ser algo que no es y sin un conjunto de virtudes -sin areté-, perdemos la batalla del instinto sobre la razón.