Omer Plus

Dudo que sea coincidencia que los días festivos modernos de nuestra tradición se concentren en el período del Omer, los cincuenta días que van desde la segunda noche de Pesaj hasta la víspera de Shavuot. Si podemos creativamente denominar estos días “de la libertad a la norma”, que en su transcurso elijamos contar nuestras historias de heroísmo es paradójico. Hasta 1945 probablemente contábamos sólo acerca de la rebelión de Bar-Kojbá contra los romanos en 132-135 EC. Por ello el  día 33 del Omer, Lag Baomer, es un día festivo en un tiempo de otra manera sombrío y doliente.

Es el siglo XX, sin embargo, el que llena este tiempo del calendario hebreo con actos de heroísmo actuales y triunfales. Como si el Levantamiento del Guetto de Varsovia o la misma Guerra de Independencia del nuevo Estado de Israel fueran secuelas de aquella tenacidad de nuestros antepasados previo al exilio terminante del siglo II EC. Durante dieciocho siglos (sí, 1800 años) el heroísmo quedó en suspenso. Trumpeldor, Jana Sesnesz, Mordejai Anilevicz, Moshé Dayan, o Itzak Rabin, todos ellos fueron los Bar Kojba de nuestro tiempo en su tenaz lucha contra la persecución de turno.

La cuenta del Omer tiene un valor agrícola primitivo y un valor religioso construido a lo largo de generaciones; también tiene un valor metafórico en la medida que toda historia es pasible de múltiples lecturas. Contar el Omer día a día es tomar consciencia de un tiempo, un transcurso desde un momento al siguiente. El Omer acentúa nuestro sentido de propósito más que ningún otro tiempo en el calendario: no son los breves y personales diez días desde Rosh Hashaná a Iom Kipur sino cincuenta días colectivos entre hacernos libres y aceptar la norma.

Del mismo modo que los cuarenta años en el desierto de nuestros antepasados estuvieron llenos de episodios de todo tipo y naturaleza, estos cincuenta días dan lugar a una creatividad inimaginable cien años atrás. El Estado de Israel era apenas una idea confusa entre un “hogar nacional” en la tierra de Israel o una entidad más formal en Uganda; los pogromos en Europa Oriental eran una forma de vida, mientras en las grandes ciudades alemanas los judíos intentaban ser parte integral de la sociedad, orgullosos alemanes. Bastó medio siglo para que, Shoá mediante, las ilusiones integradoras modernistas o comunistas se hicieran añicos y el Estado de Israel se declarara y viabilizara.

De pronto teníamos algo que agregar a la celebración de Lag Baomer: sumamos Iom Hashoá, Iom Hazicaron, y Iom Haatzmaut, una irresistible ascensión invertida que nos lleva desde la norma (que nos mantuvo unidos y coherentes durante dieciocho siglos) a la libertad. Por eso muchos judíos observantes modernos interrumpen el “duelo” del Omer en Iom Haatzmaut sin esperar a Lag Baomer, cortándose pelo y barba ese día. Tal es el júbilo.

Muchos judíos se auto-excluyen de una celebración u otra: algunos sostienen su judaísmo en su sionismo, defensa y admiración incuestionada del Estado de Israel, desconociendo (adrede o por mera ignorancia) la profundidad que yace detrás de la cuenta del Omer; otros se adhieren a la mecánica cuenta desconociendo el 5 de Yiar como una festividad en el calendario hebreo por razones que está en ellos explicar. Sea como sea, ambos pierden una vivencia integradora donde el heroísmo dialoga con la tradición, a la vez que ésta presta su insondable y profunda riqueza a la construcción de nuevas historias y mitos.

La Hagadá de Pesaj que leímos hace tan sólo tres semanas es el formidable y fantástico comienzo de una historia que nos obliga a ser protagonistas, tal como ella mandata. Si debemos vernos a nosotros mismos como si nosotros saliéramos de Egipto hoy; si todos estaremos recibiendo la Torá al pie del Sinai en cuatro semanas más; entonces todos debemos ser conscientes del desafío que supone seguir construyendo días festivos que marcan nuestra redención. El Omer nos da la oportunidad: contamos días aciagos para guardar la memoria (personal y colectiva) y en su seno irrumpir con la incomparable y alegre certeza de que nuestro destino está en nuestras manos.

El Omer sería también un tiempo apropiado para evaluar qué haremos con él.