David Fremd (Z»L)
No demasiados años después había yo de recordar la tarde que conocí a David Fremd (Z’L). El rabino Ariel Kleiner y yo llegamos a Paysandú a su pedido para hacer una actividad previa a Rosh Hashaná. La convocatoria nos impactó: la sede de la pequeña pero pujante comunidad judía del departamento estaba repleta; la sensación era que estaban “todos”. Más allá de los contenidos, que no puedo recordar, lo que primó fue un entusiasmo desbordante por la inminencia de nuestros días más sagrados y la oportunidad de compartir inquietudes con un joven rabino recién llegado a Uruguay.
No demasiados años después había yo de comprender que así es la comunidad judía de Paysandú, de la cual David era no sólo referente sino su representante más auténtico: se nutre de todas las fuentes posibles para mantener una vida judía relevante. Supe que muchos rabinos y dirigentes comunitarios hacían sus aportes vivenciales e intelectuales a pedido de David, su hermano Mario, sus familias, y todo el ishuv sanducero.
No tantos años después había yo de comprender que la cuestión para David Fremd (Z’L) no estaba entre lo “conservador” y lo “ortodoxo”, sino entre lo judío y lo no judío. Para mí, que venía de las asordinadas bregas y las intestinas y mezquinas luchas comunitarias, el lenguaje llano y simple de David me hizo acordar a la célebre frase del rabino David Hartman (Z’L): “just give me plain kosher”. De David a David, la demanda era una sola: dame judaísmo, porque todos somos judíos; no me vengas con clasificaciones, calificaciones, diferencias, ni denominaciones.
Parafraseando a Gertrude Stein, un judío es un judío es un judío es un judío.
El asesino Peralta amaneció el martes pasado con la orden “divina” de matar un judío. Tal vez por sus rutinas de hombre de trabajo, tal vez por su modesta notoriedad como judío, tal vez por su buena vecindad en la sociedad sanducera, vaya uno a saber por qué, David Fremd (Z’L) fue el judío elegido por el asesino Peralta. Eran las tres de una luminosa tarde en el litoral norte uruguayo, 8 de marzo de 2016; no era una callejuela oscura en la Europa medioeval. En la “heroica” Paysandú, un ciudadano tuvo el anacrónico mandato de acuchillar un judío. Esa tarde, estoy seguro, nadie se sintió muy “heroico” en Paysandú. El dolor y la vergüenza de una ciudad han sido largamente demostrados y documentados en los medios y las redes sociales en los días pasados desde esas fatales tres de la tarde del martes hasta la silenciosa y multitudinaria marcha de la noche del sábado.
El antisemitismo volvió a surgir cuando pensábamos que habíamos controlado y neutralizado la feroz ola que desató la guerra en Gaza en 2014. Así como nos unió entonces, vuelve a unirnos ahora; así como quedamos estupefactos entonces, estamos abrumados hoy. El antisemitismo en Uruguay obtuvo una víctima más. Sólo el futuro dirá si será la última y aislada expresión de un fenómeno antiquísimo, terrible, y patológico; sólo depende de nosotros como judíos y de nosotros como uruguayos.
Puertas adentro, en el cementerio, estábamos todos reunidos. El “todos” en este caso es absolutamente inclusivo y excluyente: estábamos todos y no faltaba nadie. La muchedumbre tendía al anonimato: era difícil reconocerse, encontrarse, entre tanta gente y paraguas. Pero todos sabíamos que estábamos todos. Nuestra tradición nos enseña que en tiempo de duelo las palabras sobran, que el silencio puede ser una bendita opción. ¿Qué se puede decir frente a una muerte tan terrible y trágica? Nunca fue más apropiado remitirnos a las palabras que nuestra tradición indica para estas ocasiones.
Reunirnos cuando somos atacados parece surgir con naturalidad. De pronto, irónicamente, todos somos hermanos, todos nos abrazamos. Ya sea por un ataque colectivo, ya sea por un asesinato puntual y primigenio, el judaísmo parece contagiarnos e igualarnos en una masa humana que acompaña dolientes, que trata de comprender, que intenta contenerse mutuamente. Todos sabemos de nuestras carencias como colectivo. Cómo, puertas adentro, priman las chacras y los feudos, la politiquería y las tribunas ganadas, el discurso descalificante y el juicio prejuicioso. A diferencia de David (Z”L), solemos empeñarnos más en legitimizar que en aprender, en autorizar que en vivenciar, en el sermón que en la pregunta.
David Fremd (Z’L): ojalá en el futuro sepamos encontrar el judaísmo que vos y tu comunidad han buscado en todos nosotros, vuestros hermanos, los judíos del Uruguay.
Que tu alma permanezca entrelazada en el flujo de la vida.