«Idishe» mamme…
Por: ALEJANDRA ABULAFIA
S.O.S. ¡Ahora soy una madre judía!
Y llegó ese momento tan temido por toda chica judía que se precie: me he convertido en una Ydishe Mame, o en mi caso, una Sefardí Mamele. ¡Help!
Mi pobre víctima tiene apenas 11 meses, se llama Joel, y ya tiene que soportar todas las neurosis, miedos y culpas de esta recién estrenada madre judía.
Hasta ya sé el disgusto que me voy a llevar el día que se vaya de casa detrás de las faldas de esa descocada pelirroja de novia que tiene. ¡Nadie te va querer como tu madre! ¿Me oís?¡NADIE! Le gritó desde el portón con la voz quebrada, los ojos llorosos y los ruleros temblándome en la cabeza.
Pero volviendo al presente (al ritmo del sonido de un arpa en rewind) puedo asegurarles que en el diario de mis memorias maternales figuran todos los pecados que una buena Ydishe/sefardí Mamele debe padecer. Caben destacar dos: la culpa y el miedo.
CULPA. Por qué cuando recién nació no sabía si tenía mucho calor, o mucho frío, o sueño. Porque tenía las hormonas con un grado de hiperactividad digna de un atleta ruso con dopaje y me molestaban los consejos que me daban todos. O me molestaba porque no me aconsejará nadie. Y después de sentirme molesta me daba culpa porque tenía que estar feliz por el pequeño bebé que tenía entre brazos y porque la gente quería ayudar y no sabían cómo, si aconsejando o no. CULPA. Porque no tenía suficiente leche materna para alimentarlo, y el pobre pasó el primer mes sufriendo de un hambre atroz y prendido de mi fisonomía como uno de esos pececitos que se pegan al vidrio de las peceras todo el santo día. ¡Y yo sin saberlo! “¡Este bebé llora mucho y quiere comer todo el día!”, le decía a la Pediatra, a mi madre, a mi suegra, a mi cuñada, a la señora de la parada del bondi, al verdulero. Hasta que se avivaron que lo que pasaba era que mi pobre santo estaba famélico, pasó más hambre que un uruguayo en una fiesta europea de veganos. CULPA porque ahora cada vez que tiene dolor de estómago o un problema con la comida creo que le quedó el trauma porque sólo le pude dar pecho hasta el cuarto mes. Y si el día de mañana tengo otro hijo y le puedo dar pecho hasta el año sentiré culpa porque a este sí y al otro no.
MIEDO. De que se resfríe, de que se agarré un virus, de que se queme con el agua del termo si me olvido de taparlo, de que meta el dedo en el enchufe (aunque ya le compre los protectores). 12085/47 de que se vaya de casa con una descocada pelirroja que no lo va querer NUNCA como lo quiere su ¡MADRE! MIEDO cada vez que muestran a un pederasta profesor en las noticias. ¿Cómo voy a enseñarle a que por un lado no deje que le hagan cosas malas, y por otro, que no viva con miedo al contacto y al cariño de la gente? ¿Cómo?? Ehhhhhhhhhhhhhhhhh? MIEDO a cuando empiece a ir a la playa y se bañe en el agua, pero por otro lado MIEDO a que sea un timorato paliducho que no se despega de la sombrilla mientras se aferra a los ruleros de su madre.
MIEDO a no darle buenos valores y que se tuerza por el camino de la droga y el alcohol o algo peor. MIEDO a no poder protegerlo, a sobreprotegerlo, a underprotegerlo. MIEDO a que no sepa ser independiente por culpa de mis MIEDOS, o que sea tan independiente que no me necesite cuando sea mayor.
Ufff! Ya me cansé de mi misma de sólo escribirlo.
Tic tac, tic tac, tic tac…
(Pausa para tomar un vaso de agua y mirar si duerme tranquilo y no se ahorcó con el peluche de la jirafa, que me parece tiene el cuello muy largo, pero como me lo regaló mi suegra, me da culpa tirársela)
Si es que ya me angustia de sólo pensar la cantidad de días que pasa sin llamarme el desgraciado por culpa de esa descocada… que . ejem, ya saben ustedes el resto.
Así que bueno, lo que me toca es hacer como buena judía ir una vez semanal al psicológo y que me ayude a criarlo sin culpas, sin miedos y con las herramientas suficientes para poder ser feliz y libre en este mundo, sabiendo que siempre que lo necesite su madre estará allí, esperándolo en el portón para darle todo el amor del mundo.
Consejos, recomendaciones y otros tips maternales: Alejandra.abulafia@gmail.com
Por: Alejandra Abulafia