Iom Kipur

Hay judíos que conectamos con Iom Kipur porque nos permite sentirnos parte de una historia, de un relato. Un relato que supone una proveniencia, una huella que necesita seguir su curso. Un relato que supone una trascendencia, ya que nadie habla desde ningún lugar. Pero aquello que nos trasciende no necesariamente es algo sobrenatural.

Nos trasciende nuestra historia, la cultura, una ética, un horizonte de valores, una magnolia de recuerdos, una nubosidad de aromas, un beso, una palabra en idish, una fobia, una mañana de ayuno adolescente de algún Iom Kipur en Villa Crespo, un canto desesperado, un zeide comunista llorando a escondidas, un maquillaje.

Lactancio define “religión” desde la fe, como la capacidad humana de volver a ligarnos (re-ligar) con lo trascendente. Pero la trascendencia no es solo metafísica. Hay judíos que nos releemos y nos repensamos sobre las huellas de nuestras herencias familiares, barriales, comunitarias. Así proseguimos escribiendo el libro, donando al texto de otros sentidos, conectando con la historia de modo espiritual.

Nadie puede arrogarse el monopolio de la semántica de lo espiritual, como nadie puede hablar en nombre de un judaísmo único. Recuperar lo espiritual en Iom Kipur es continuar ofreciendo resistencia a todo intento de oxidación de lo judío. Es ejercer la introspección en los iamim noraim, mirarnos para adentro y darnos cuenta que nuestra principal esclavitud es la que tenemos con nosotros mismos. Creer que somos sin el otro, o que el otro es siempre un objeto para uno.

Una posible dimensión espiritual de lo judío se va construyendo en ese movimiento por el cual la introspección llega al punto límite de comprender que en el fondo mismo de nuestra identidad, son los otros los que nos constituyen, y que nos debemos por ello al otro que sufre: al indeseado, al indigente, al invisible.

Una vida espiritual encerrada en sus propios muros es como un texto encerrado en su propia literalidad. Una vida espiritual encerrada en su propio yo, que niega al que sufre, es como un texto que censura sus posibles lecturas. Y así como toda lectura es arrancarle a la letra un sentido, del mismo modo la presencia del otro nos arranca de nuestra comodidad, de nuestra indiferencia, de nuestro egoísmo.

En Iom Kipur se lee en los templos, el libro de Jonás. Aquel profeta al que Dios le ordena dirigirse a la Nínive corrupta para instar a sus habitantes al arrepentimiento. Aquel profeta que descontento con la orden de Dios, huye de él en un barco hasta ser devorado por un gran pez. El mismo Jonás que, entonces, pide por su vida, y Dios perdona, aunque le vuelve a exigir su mediación frente Nínive. Ese Jonás que cuando logra su objetivo y toda Nínive arrepentida es perdonada por Dios, él pide por su propia muerte.


¿Por qué quiere morir Jonás? ¿Por qué está enojado con Dios si un pueblo entero fue salvado del exterminio gracias a su acción? Hay una tradición rabínica que interpreta este relato mostrando que aunque Jonás había logrado la misericordia divina, no se había hecho justicia. Los habitantes de Nínive debían igualmente ser inculpados, ya que de lo contrario, el mal quedaría exento de castigo frente al perdón que todo lo condona. Jonás esta enojado porque Dios no había obrado con justicia, sino con misericordia. Stephane Moses analiza este relato sosteniendo que Jonás representa la vigencia de la justicia por sobre el perdón, y aunque Dios pueda perdonar a quien se arrepiente, la voz de la injusticia debe seguir siendo escuchada.

Hay judíos que somos Jonás en Iom Kipur y clamamos por un mundo más justo, y hay judíos que entendemos que el perdón (el don más completo) es lo único que nos puede sacar de nosotros mismos. Hay judíos que ayunamos en Iom Kipur y hay judíos que no ayunamos. Hay judíos que rezamos en Iom Kipur y hay judíos que nos juntamos y reflexionamos. Incluso hay judíos que no recordamos la fecha, como hay otros judíos para los cuales el judaísmo no es más que una burocracia normativa del recuerdo de fechas. Hay judíos que nos acercamos a las sinagogas y otros que no. Hay judíos que recordamos a nuestros muertos en el izkor, y hay judíos que recordamos a nuestros muertos de otras maneras.

Iom Kipur para algunos de nosotros es un momento solitario, para otros, familiar, para otros, comunitario. Es probable también que para muchos de nosotros la identidad no esté atravesada por Iom Kipur, aunque nuestra identidad esté atravesada por lo judío. Y del mismo modo, hay judíos para quienes Iom Kipur es el único día en el que nos sentimos judíos.

Hay judíos que al finalizar este día celebramos en la mesa con comida, pero hay quienes no celebran ni este día ni otro, judíos o no judíos, porque no tienen mesa ni tienen comida. Hay una tradición cabalística que dice que Iom Kipur es el único día del año en el que Satán no puede hacernos daño. Por eso hoy reafirmamos nuestras utopías por un mundo para todos. El gran daño que causa Satán en el año es la indiferencia.


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