Trump & Jerusalém: un día histórico.

La urgencia de la hora dicta el cambio de planes. El editorial preparado para hoy debe esperar.

Hacía mucho tiempo que no sentía, como hoy, esa cierta, contenida, y quizá un poco escéptica emoción de escuchar a un líder mundial de primera línea hacer una declaración como la del Presidente Trump de los EEUU en relación a Jerusalém, nuestra Ierushalaim, el Oriente Medio, y el proceso de paz. En mis sesenta años de vida este momento sólo se compara con el que viví hace cincuenta años, en 1967, en el patio de la escuela cuando supimos que Israel había tomado (conquistado, recuperado, unificado) la ciudad vieja de Jerusalém y el este de la ciudad junto con toda la Cisjordania; y el que viví en 1977 cuando el presidente de Egipto Sadat desembarcó en el aeropuerto Ben-Gurion para hablar en la Kneset. Sí: a mis diez años, a mis veinte años, fui testigo de hitos históricos como los que me habían contado: Balfour en 1917, la Partición en 1947. Con la madurez y la sabiduría de los años uno hubiera pensado que la cruda realidad, la mezquindad, y la falta de coraje se hubieran impuesto por sobre los sueños. Que estos eran cosa de la juventud temprana, hechos que sólo sucedían en la historia y cuando somos muy impresionables. Pues no. Ha sucedido hoy, seis de diciembre de 2017: toda mi generación se ha emocionado como nos emocionamos aquella mañana en el patio de la escuela.

Nadie es ingenuo: ni el presidente Trump, ni el primer ministro Netanyahu, ni el presidente Abbas, nadie. Ni siquiera nosotros. Como en 1917, o 1947, o en 1967, en realidad desconocemos el desenlace de la declaración de hoy. Podemos prever, imaginar, especular, pero sólo la historia tendrá la última respuesta, algún día. Nadie imaginó que cincuenta años más tarde el tema de “la ocupación” dividiría y amenazaría a Israel en su integridad, si no física, por cierto sí judía y democrática. Pero son actos de coraje y convicción, por interesados y premeditados que sean, los que cambian las realidades en el terreno: la declaración del Ministro británico Balfour; el voto de la Asamblea de las Naciones Unidas; el coraje y la visión de las tropas de paracaidistas y sus generales. Hoy, ha sido la convicción del controvertido presidente Trump.

Admitámoslo: uno hubiera querido escuchar esas mismas palabras llenas de lógica, sentido común, y esperanza de parte del presidente Obama. Seguramente Donald Trump no recibirá el Nobel de la Paz por este gesto. Trump no me gusta más ahora, cuando termina el día, que cuando empezó. Sigo pensando que fue un punto bajo de la democracia estadounidense haber elegido un presidente de estas características. Pero debo admitir: ¿habría hecho Hillary Clinton una declaración de esta naturaleza? Difícilmente. De modo que me quedó con los discursos inspiradores, con la postura y la declamación de Obama, y con todo lo que él representó y representa en una humanidad desesperanzada. Pero hoy saludo al presidente Trump y digo, bien en uruguayo, “vamo’ arriba!”

No cambia mi opinión de Trump ni de Netanyahu ni dejo de pensar que el liderazgo político israelí carece de opciones, lo mismo que el liderazgo palestino. No pienso que la paz está más cerca; en todo caso, no lo sé. Tal vez sí. Uno no puede pensar en este hecho en forma aislada, alguien estará tejiendo alguna trama que a la postre se concretará; o no. Pero lo cierto es que hay un tema menos en discusión: Jerusalém es la capital del Estado de Israel. Si otra parte de esa misma ciudad será capital de un estado palestino, eso ya es otro tema: la opción quedó claramente abierta a la negociación.

Que Jerusalém sea oficialmente confirmada como la capital del Estado de Israel es una forma indirecta pero inequívoca de decir que Israel es el estado del pueblo judío. Trump lo dijo: cada pueblo tiene derecho a su soberanía y su capital, y citó las principales instituciones del estado que están ubicadas en Jerusalém. Más claro, echarle agua.

Si Trump fue electo bajo alguna consigna divina solamente para cumplir con esta misión que concretó hoy, como decimos en Pesaj, tiempo de nuestra liberación, “daieinu!”. O como diría el poeta, “con esto tengo bastante”. En lo que a mí concierne, me ha dado el privilegio de ser testigo de otro momento determinante en la historia de mi pueblo. Quién dice, tal vez su administración traiga más sorpresas.

Mañana será otro día; tal vez, ojalá no, un día de furia. Tal vez vengan tiempos de repercusión y represalia, de sanciones y reclamos. Hay tres años más de mandato Trump, si no siete… uno supone que los zapallos en el carro se acomodarán. Tal vez el carro siga su tranco lento e inconsecuente, pero al menos habrá un tema menos que discutir. Porque el dueño del carro ha puesto buena parte de los zapallos en su lugar.