Reflexiones NO Rabínicas

Nobleza obliga: nadie quiere abusar del espacio de Semanario Hebreo ni de la paciencia de los lectores. De modo que la idea es ir poniendo fin, al menos por ahora, a este diálogo episódico entre el rabino Eliezer Shemtov y yo. Tal vez amerite “seguirla” en privado, pero como bien le comenté a Eliezer, todos tenemos mayores y más terrenales preocupaciones que discutir judaísmo “le shem shamaim”, por su propio mérito. De todos modos, las buenas conversaciones merecen aproximaciones a un cierre. Esta vez me tocó a mí, y agradezco a Eliezer la confianza.

Una vez que Eliezer llegó al místico y muy judío número de siete puntos, me hago cargo y los respetaré. Pero antes de tratar de “cerrar”, si esto es posible, cada uno de ellos, vale la pena aclarar que el cierre del dialogo no obedece sólo a los límites que se autoimponen sino a que los argumentos han llegado a su punto irreductible. Tal como empecé mi primer artículo, “Lecturas Rabínicas”, Eliezer y yo partimos de axiomas diferentes; tan es así, que después de este intercambio parece cerrarse el círculo y volvemos a puntos axiomáticos, no pasibles de ser discutidos.

  1. Eliezer lleva el punto de las “verdades” absolutas o relativas a un extremo. Está claro que Shabat NO puede ser en domingo ni se ayuna en Shabat ni se hace Kidush en Iom Kipur. De todos modos es sabido que Iom Kipur jamás cae ciertos días… Dejando los extremos de lado, no es que no haya “verdades” para un liberal sino que estas se inscriben en límites mucho más amplios y laxos. Pero que los hay, los hay. Pero un liberal no se desgasta desmintiendo verdades de otros.
  2. El texto de Caín y Abel en Génisis admite diversas lecturas. Yo propuse una, Eliezer propone otra. Puedo “entender” le lectura de Eliezer, pero no la comparto. Es un típico caso de la riqueza del texto bíblico y sus múltiples lecturas. No hay más lo que discutir a este respecto.
  3. Si el concepto “blasfemia” fue usado retóricamente, mejor. Yo no me considero blasfemo cuando exploro otra forma de entender aquello que llamamos “Dios”. Como Eliezer, no quiero ser irrespetuoso, pero sí quiero afirmar que hay diferentes formas de aproximación a lo divino, al judaísmo, e incluso las mitzvot y la Torá.
  4. Pluralismo y judaísmo sí son compatibles. Es cierto que el judaísmo tiene sus límites, no TODO vale, pero por cierto vale mucho más de lo que Eliezer y la ortodoxia en general admiten. Pero sobre todo, pluralismo y judaísmo son dos conceptos diferentes. Uno es una identidad (compleja por cierto), el otro es una forma de abordar la realidad. Pluralismo no es libertinaje ni anarquismo ni caos, pero es una forma de entender y vivir en el entorno que nos rodea. Judaísmo es algo que somos y que, además, nos permite elegir un modo de vida.
  5. Lo que afirmé fue que una postura dogmática no cabe en un discurso pluralista, porque este supone una aceptación de diferencias que el dogma no admite. Ser plural implica respetar posturas dogmáticas como válidas para muchos, pero no implica la obligación de darles tribuna.
  6. La educación es siempre elección: primero de los padres, después de los hijos. Así sucesivamente. Todo lo que Eliezer arguye en favor de una educación “religiosa” puede ser argumentado en pos de una educación universal, a la que la ortodoxia, en mayor o menor grado, rehúye.
  7. Por qué millones dieron sus vidas por su identidad es un tema aparte. En todo caso, eran otros tiempos, otros siglos, otras concepciones del mundo. Muchos de quienes marcharon a las cámaras de gas habrán recitado el “Shma Israel” mientras otros se preguntarían dónde estaba dios. No podemos entrar en ese tipo de especulaciones, no es válido ni legítimo. Lo que nunca dije es que la Torá sea sólo “historias lindas”; todo lo contrario. Lo que dije es que es irrelevante su veracidad. Como no se puede probar que hubo un evento en el Sinaí, tampoco puede probarse lo contrario. La cuestión es que ese evento es el fundamento de nuestra identidad porque nosotros la construimos sobre el mismo. La existencia del pueblo judío sólo prueba la fuerza de la Torá, no su veracidad.

En este tono y con este asunto de la “verdad” cerramos el dialogo por ahora. Espero. Tanto Eliezer como yo y sin duda los lectores que nos han seguido, todos tenemos cosas más importantes que hacer. Uno no vive sus días cuestionándose acerca de estos grandes temas de nuestra identidad como judíos. Lo curioso, o no, es que una vez más cerramos con un axioma, un dogma: según Eliezer, y hasta que nadie le pruebe lo contrario, hay UNA verdad. Si todas las defensas de todas las “verdades” que la humanidad ha sostenido fueran tan amables y civilizadas como la que hace Eliezer, especialmente en los últimos tiempos, la humanidad se hubiera ahorrado muchas tragedias; de las cuales los judíos fuimos víctimas de unas cuantas.

Por eso celebro el diálogo y el intercambio, donde “verdades” confrontan cuestionamientos, donde un estilo de vida ortodoxo y reglado se obliga a leer e intentar comprender un estilo de vida con menos certezas, y donde una visión religiosa del mundo dialoga con una postura más humanista. En el fondo, estoy convencido que todos compartimos un importante grado de humanismo, una cierta dosis de religiosidad, un mínimo escepticismo a la vez que ciertas certezas sin las cuales es imposible vivir, y que todos seguimos contándonos alrededor de la mesa y en las sinagogas la misma historia acerca de un mismo pueblo (el nuestro, el judío), un mismo dios, y una misma tierra.

Como no resisto la tentación de parafrasear o citar a Hillel, termino diciendo: “el resto es comentario”. Estudiemos.