La tragedia de Amona

Donniel Hartman, The Times of Israel, 1 de febrero de 2017

Hoy es un día triste. Triste, porque hay judíos que están sufriendo un trauma. Los habitantes de Amona se han visto obligados a abandonar sus hogares y a embarcarse en un futuro incierto, y miles de soldados y policías israelíes han sido objeto de ataques: físicos, emocionales y verbales. Es un día trágico, porque este trauma está siendo manipulado para silenciar los problemas reales que tenemos entre manos: ¿Cuál es el lugar ideal donde deberían estar las fronteras de Israel? Y lo más importante, ¿qué tipo de pueblo queremos ser?

La mayoría de nosotros aquí en Israel, seamos de izquierda, de derecha o de centro, reconocemos que el compromiso territorial y la formación de un estado palestino no están sobre la mesa, ni en el presente ni en un futuro inmediato. Si bien queremos la paz ahora, no tenemos la paz ahora. Esto no debería, sin embargo, evitar que pensemos en determinar las fronteras ideales de Israel, si es que querremos y podremos tener paz en el día de mañana. Sé que Amona hoy no es el obstáculo para la paz. Puede, sin embargo, ser un obstáculo para una paz que un día bendiga nuestra tierra.

Desde la segunda intifada y la creencia de que extendimos nuestras manos en son de paz, y ellos dijeron: “No”, y con el fracaso de nuestra retirada unilateral de Gaza para cambiar el statu quo de la hostilidad palestina hacia Israel, hemos dejado de pensar en el mañana, en las fronteras dentro de las cuales podemos vivir. Debido a que no podemos tener paz ahora, hemos dejado de planificar la paz para el mañana. Oramos por ella, pero no planificamos para ella. Si Amona se queda, y con él los otros asentamientos fuera de los bloques de asentamientos, desde luego que no tendremos la paz por la que estamos orando. No tendremos un Estado de Israel que viva en paz y seguridad, sino más bien un Israel inmerso en conflicto, alienado por los palestinos y los vecinos árabes, y un paria en la comunidad internacional.

No quiero la paz ahora, porque no es realista y es ingenua, y en el Oriente Medio cuando uno es poco realista e ingenuo, uno muere. Sin embargo, quiero la paz para el mañana. Quiero fronteras que – si se presenta la posibilidad – puedan permitir tal paz. Quiero una discusión vibrante y un debate respetuoso dentro de Israel acerca de nuestras aspiraciones para el mañana. Me entristece ver que el trauma de hoy es un obstáculo para nuestras esperanzas, nuestra visión y nuestra capacidad de planificar para realizar estas esperanzas y poner en práctica esta visión.

Hoy es un día triste, porque el trauma de Amona está siendo utilizado como una excusa para no hablar acerca de quiénes queremos ser. Puesto que nadie disfruta o celebra el dolor de desalojar gente de sus hogares, es fácil vilipendiar a los que apoyan este tipo de acciones. Es fácil olvidar que el trauma de Amona no es el resultado de la decisión del Tribunal Supremo de hacer cumplir la ley internacional, sino más bien el resultado de la decisión de permitir su construcción en primer lugar. La estrategia del movimiento de colonos y de la derecha política es asegurarse de que el día de hoy sea lo más traumático y difícil posible, forzando las líneas de protesta y desobediencia, consintiendo algunas (limitadas) medidas de violencia que se espera se detengan antes de que ocurra un derramamiento de sangre real. Cuanto más horrible la evacuación, más fácil es argumentar que no deberíamos ser un pueblo que arranque a judíos de sus hogares.

No quiero sacar a la gente de sus hogares, pero tampoco quiero ser un pueblo que apruebe que se robe la tierra de los otros. Yo no quiero ser un pueblo que proteja sus derechos inalienables a la vida y a la seguridad y olvide que los derechos inalienables no son sólo una herencia de los judíos. Como judío que creo que toda la humanidad es creada a imagen de Dios, y como sionista que creo en el derecho de mi pueblo a la soberanía, dignidad y seguridad, sólo puedo ansiar que llegue un día en que éstas también sean la herencia del pueblo palestino.

Hoy no es ese día. Hoy es un día de tristeza y de trauma. Que no sea un día en que declaremos que los Amonas no volverán a caer, sino un día en que declaremos que los Amonas no se volverán a construir. Abracemos la visión de la realidad por la que oramos y comprometámonos con las políticas que permitan que esta visión se convierta en una realidad. Lloremos colectivamente por el dolor y la tristeza que hoy abunda, pero al mismo tiempo, lamentémonos por esa ceguera que es inspiradora. No está en nuestras manos evitar el dolor de hoy. Sí está en nuestras manos volver a reclamar nuestra visión.

Traducción: Daniel Rosenthal