Secularismo Israelí (II)

Rami Livni, Haaretz 30 de diciembre de 2016

Rogel Alpher se muestra shockeado por el volumen del contenido religioso que los escolares de segundo grado aprenden en las escuelas públicas de Israel y acusa al ministro de educación, Naftali Bennett, de escupirles en la cara a los seculares.

No es así. Bennett no es a quien hay que responsabilizar, así como no tiene sentido culpar a un gato por su instinto normal cuando lame la leche que quedó en un plato. Los colonos tienen incorporado un interés político en debilitar no sólo a la izquierda sino también al secularismo israelí como opción ideológica, existencial y cultural, porque tienen claro que una amenaza potencial para su emprendimiento sólo puede florecer en un ambiente secular. Bennett no es ningún perdedor. Les está vendiendo un acuerdo a los israelíes seculares en el que él es el único ganador: nosotros bendecimos el vino y él se queda con la ocupación. ¿Alguien compra?

Son los israelíes seculares los que son los culpables, y sólo los seculares, incluyéndonos a nosotros aquí en Haaretz. No se trata de una autoflagelación masoquista, sino simplemente de un intento de analizar una situación con honestidad. Esto se debe a que no son los cambios en los libros de texto de los niños seculares los que han modificado el panorama general. Tampoco es el deseo, que siempre ha anidado en el corazón de los ministros de educación del Partido Nacional Religioso (ahora conocido como Habait Haiehudí) de lavar, o al menos diluir, los cerebros de los niños. Son los israelíes seculares los que han cambiado.

Lo que los solía irritar, inflamar y llevar a la revuelta dos décadas atrás, o incluso hace una década, ahora lo miran encogiéndose de hombros con indiferencia, indulgentemente, todo en nombre de la apertura, la tolerancia y, por supuesto, de la “identidad judía”.

Es dudoso si es posible llenar una escuela con la cantidad de padres seculares que están molestos por el hecho de que sus hijos estén profundizando en temas como ponerse los tefilín, las leyes de la kashrut y las oraciones en el contexto de “cultura judía-israelí”. Los funcionarios religiosos veteranos del Ministerio de Educación deben estar frotándose los ojos con incredulidad: ¿Cómo hemos podido lograr esta situación bendita en la que la gente secular se está retirando por su propia voluntad, e incluso están pidiendo más?

El secularismo israelí se está suicidando. Todavía no se ve en las estadísticas oficiales del estado, donde la distribución entre los sectores religiosos y seculares no ha cambiado mucho. Pero la dirección es clara y decisiva. Todo comenzó cuando los partidos de izquierda gradualmente dejaron de hacer frente a cuestiones de religión y Estado, incluyendo la batalla por la conscripción de los ultraortodoxos al ejército, la demanda de estudios básicos en las ieshivot, la reducción de las asignaciones presupuestarias religiosas, la lucha para preservar el carácter secular del sistema de educación apartidario, la lucha por el matrimonio civil y el transporte público en Shabat.

El vacío fue llenado por partidos políticos que representan a diversos sectores de la sociedad, incluyendo Shinui y más tarde Yesh Atid, en un desarrollo desastroso que transformó la secularidad, pasando de ser un tema sionista, nacional, a una cuestión sectorial, de clase. En última instancia, estos partidos se extinguieron (Shinui) o se debilitaron (Yesh Atid).

Y los votantes de izquierda han perdido interés por el carácter de su país en los últimos años. Después de todo, no es muy liberal romperte la cabeza para conformar una sociedad en función de tus propios valores. Su secularismo ha sido privatizado. Han pasado a lidiar con problemas “nano”: cuestiones referentes al estilo de vida como bodas alternativas, circuncisión (sí o no), oración reformista en el Muro de los Lamentos y llamar a chicas para leer la Torá en público.

Incluso si algunas de estas cuestiones son importantes, lo que todas ellas tienen en común es que tienen que ver con el deseo de los individuos de deshacerse de algo de sus vidas personales o llevar algo a ellas, para sentirse como si tuvieran una opción (o la ilusión de una opción), es decir, vivir sus vidas sin que otros decidan por ellos.

Todo esto ha absorbido la energía del secularismo, haciendo que abandone la arena central – la constante pugna entre religión y secularismo – dejándole la cancha a un solo lado. Esta imagen de un “tira y afloje” sin fin puede sonar agresiva y exagerada, pero es la situación en muchos países donde existe una tensa rivalidad entre la religión y el secularismo por la hegemonía, las bases del poder, los relatos, los símbolos y la educación de los niños. El que tire con mayor determinación y se niegue a aflojar su control sobre la cuerda llevará a los que están en el centro – que en Israel son tradicionales, pero no muy observantes – para su lado y ganará la batalla. Para Bennett, esto es algo elemental.

Una segunda razón para que haya declinado el secularismo es el fenómeno del Jewish Renewal, la renovación judía, que ha pasado de ser un pasatiempo inofensivo a un problema peligroso: un caballo de Troya de la religión y de la derecha. En Israel, hay más organizaciones de Jewish Renewal que grupos por la paz, el medio ambiente, los derechos de los discapacitados y el feminismo.

La identidad judía se ha convertido en una obsesión. Un observador externo podría pensar que nos hemos vuelto locos. Sin entrar a la cuestión de “¿Qué hay de malo en leer una página de la Guemará?” y de “¿Por qué no hay un impulso para romper el monopolio religioso y ortodoxo sobre el judaísmo?”, está claro que la búsqueda de su identidad judía por parte de los israelíes seculares expresa una trágica internalización de la mentira insultante de que “la carreta secular está vacía y la carreta religiosa está llena”.

Esto ha causado que toda una generación de israelíes seculares adopte el argumento cursi y falso de que los padres del sionismo – que se esforzaron por establecer un modelo moderno de judaísmo nacional sin religión – les robaron algo inmensamente precioso. Esto, dicen, causó que una generación de niños seculares crezca con la sensación de que les falta algo, sin lo cual la vida en Israel para ellos no tiene significado. ¿Y quién ha venido para llenar este vacío? Naftali Bennett.

En tercer lugar, el secularismo israelí ha descartado la cultura israelí-hebrea creada milagrosamente aquí: desde el cantautor Arik Einstein hasta la poeta Lea Goldberg, desde la cantante Ajinoam Nini hasta el ciclo de canciones infantiles “La Decimosexta Oveja”, desde el novelista A.B. Yehoshua hasta el letrista y columnista Eli Mohar, desde el artista y crítico Raffi Lavie hasta la arquitectura de Tel Aviv. Y éstos son tan sólo algunos ejemplos. Más allá de su valor cultural per se, este fue el chaleco antibalas que protegió al secularismo de la religión, la prueba concluyente de su pujanza desbordante y el atractivo para los confundidos del medio y los marginados.

El secularismo ofrecía dos boletos por el precio de uno: ¿Quieres a Arik Einstein? Por favor, sírvete tú mismo, pero vale la pena tomar el paquete completo, con el secularismo. La cultura hebrea era el “Ven a pasar Shabat con nosotros” de los israelíes seculares. Era una oferta tentadora y, además, estratégica. Entonces, con un impulso suicida, en lugar de cuidarlo como un tesoro precioso y garantizar que sería algo siempre fresco y atractivo, los israelíes seculares le dieron la espalda a su equipaje, al paquete que los identificaba, y lo vaciaron sin reponer su contenido. O lo abandonaron en favor del folklore étnico, la idishkait y los piutim (poemas litúrgicos) o, alternativamente, de la pretensión cosmopolita, que no funciona en ningún lado y menos en el Medio Oriente, donde la religión es un desafío constante.

La próxima vez que abras un libro de texto para niños, no te sorprendas. El secularismo es un proyecto que requiere ser mantenido con regularidad. Y los que no trabajan en ello y no hacen el mantenimiento, bueno, obtienen lo que se merecen.

Traducción: Daniel Rosenthal