Bob Dylan

Busqué infructuosamente artículos que reflejaran en forma sucinta y profunda el complejo significado de Bob Dylan Premio Nobel de Literatura. No que no los haya, pero yo no pude encontrar ninguno. Aun cuando Dylan se ubique relativamente abajo en mi lista personal de cantautores de habla inglesa, no deja de ser uno que he citado en reiteradas oportunidades pero que, sobre todo, ha influido notoriamente en todos mis favoritos. John Lennon lo admitió oportunamente y la influencia es notoria en muchos de sus temas desde Help en adelante. Joan Baez le dedicó una canción, Diamonds & Rust. Leonard Cohen reconoce en él un par. Paul Simon y Dylan recorrieron las mismas calles en sus primeros años. Si todos ellos han llenado mi vida de música y poesía, cómo no reconocer a Bob Dylan y aventurar alguna reflexión perdida en la marea de letra que ha traído consigo este sorpresivo Nobel.

Bob Dylan es otro judío que gana un Nobel. A diferencia de Bashevis Singer o Agnon, Dylan escribe en inglés y se inscribe en la tradición literaria anglosajona. Lo judío en su obra es su dimensión profética.

Lo que llama la atención del premio a Bob Dylan no es su idioma ni su nacionalidad, sino su género: la canción popular. Así como Dylan abrevó en autores anteriores, él habilitó a muchos que siguieron sus huellas. Del mismo modo, su premio ha abierto las puertas a una “literatura” menos de elite y más popular, sin renunciar a la calidad.

Lo primero que me vino a la mente cuando escuché la noticia fue: si Bob Dylan lo ganó, entonces Leonard Cohen puede ganarlo. Si la vida se lo permite, claro. Difícilmente el Premio Nobel vuelva a premiar un cantautor en los próximos años; Cohen es siete años mayor que Zimmerman. Pero a diferencia de la opinión un poco liviana de algunos programas radiales uruguayos, no puede ganarlo, por ejemplo, Fernando Cabrera. Por más que el Premio Nobel ha sido otorgado a autores desconocidos para la mayoría de la humanidad, hay un cierto sentido universalista en proyección y propuesta. Cuando la Academia premia, está diciendo algo más que quién ganó. El premio tiene no sólo implicancias políticas (se dice que éste año fue para contrarrestar el fenómeno del “Donald” en los EEUU), sino que genera nuevas realidades.

Por eso mismo tampoco podían ni podrán ganarlo Paul Simon, cuyo “Sonidos del Silencio” raya en la más sugestiva poesía, y mucho menos John Lennon o Paul MacCartney; ni Serrat ni Sabina ni José Carbajal “El Sabalero”, ni Don McClean por su maravillosa “American Pie”. El Premio Nobel, al premiar a Bob Dylan, no estaba premiando sensibilidades, metáforas, personajes cotidianos, ni experiencias humanas. Estaba premiando precisamente la dimensión profética de la obra de Bob Dylan. Tal vez no siempre, pero en este caso, el Premio Nobel quiso decir: la respuesta, mis amigos, no está soplando en el viento. Está en esa visión de mundo que, casi sesenta años más tarde, podemos reconocer.

Es que, si nadie es profeta en su tierra, mucho menos lo es en su tiempo.

Ianai Silberstein