Shimon Peres: una valoración.

Yehuda Kurtzer, de forward.com

Los que odian a Shimon Peres – y son muchos – ya están haciéndose visibles en toda su plenitud, menoscabando su recuerdo por anticipado, mientras su vida pende de un hilo. A pesar de que su familia es optimista en cuanto a que se recuperará después de un masivo derrame cerebral, estos detractores están intentando socavar la inevitable hagiografía en ciernes y prejuzgando lo que a ellos les parece la inevitabilidad de su desaparición física (lo que significa adoptar una posición precaria, apostando en contra del más feroz luchador siempre joven de Israel).

Están los que odian en la derecha, que se burlan de la retórica del «nuevo Oriente Medio» de Peres y de la locura de su persistente creencia en la posibilidad de la paz, a pesar de tanto dato en contra sobre su pura verosimilitud aportados por los hechos. Estos detractores olvidan convenientemente el extraordinario legado de Peres al desarrollar la fuerza militar de Israel, esa parte de su biografía como el principal arquitecto de la superioridad estratégica de Israel, que sienta las bases de su política posterior. Fue porque creía en la supervivencia que luchó por la paz. Si usted piensa de otra manera, nunca comprendió a Peres en absoluto.

Están los que lo odian en la izquierda, que conocen esta prehistoria de Peres demasiado bien. Son incapaces de comprender la mugre y el atolladero del mundo real del que los verdaderos hacedores de la paz a veces necesitan surgir. Instinto de conservación y compromiso, justicia y paz, son valores hermanados, y lo mejor es tratar de alcanzarlos en tándem. Peres es demasiado complicado para los puristas morales de la izquierda. Los primeros detractores olvidan el pasado de Peres con demasiada rapidez; los segundos son demasiado persistentes en evitar que la narrativa de la vida de una persona complicada evolucione.

Y después están los que odian el mito sionista de Peres, que se han burlado de él durante toda su vida, por su hebreo con acento, por su comportamiento europeo, por sus tendencias anti-sabras. Los sionistas de esta calaña son simplemente divertidos: una nación de inmigrantes y todavía persisten en creer que existe algún tipo de imagen idealizada del «israelí» según la cual sus estadistas e íconos deben comportarse. Peres es – tal vez irónicamente – el israelí perfecto: la imagen diaspórica por excelencia, al mismo tiempo constructor de una nueva nación de un montón de piezas sueltas.

En este momento estoy pensando en Peres y orando por su salud. No sólo en agradecimiento por toda una vida de liderazgo, sino por lo que le obsequió al pueblo judío y al Estado de Israel, y no sólo porque una persona de su talla se merece algo mejor y más de lo que estos detractores le permitirán cuando llegue el momento de construir su recuerdo. Estoy pensando en Shimon Peres porque él es la encarnación de una idea central del sionismo, el optimismo, que ha perdido su brillo con la afectación y la politiquería de la generación inferior de pretendientes a estadista que han tratado (y fracasado) de sucederle y calzar sus zapatos, con su realismo sin esperanza y su pragmatismo mezquino.

El sionismo es imaginación, y Peres es su profeta.

Traducción: Daniel Rosenthal