La Democracia Liberal Está en Peligro

La batalla por los Estados Unidos de 2016 es diferente de todas las batallas desde la Segunda Guerra Mundial. Esta vez, muchos republicanos – pertenecientes al decil más rico – se quedarán en casa, o incluso votarán por el candidato demócrata. Esta vez, muchos demócratas – de los percentiles más pobres – votarán por el candidato republicano. Por primera vez en la historia, gente con un alto nivel educativo y minorías votarán debido a una sensación de que la democracia estadounidense está en peligro. Por primera vez en la historia, los hombres blancos votarán como un grupo minoritario amenazado y movilizado. Esta vez dos Estados Unidos diferentes, que no entienden el uno al otro y no se escuchan el uno al otro, votarán con la convicción de que están en una guerra por la supervivencia.

La crisis estadounidense se basa en dos hechos. Por un lado, el capitalismo salvaje incontrolado de la era global no puede proporcionar la justicia social mínima necesaria para conservar una sociedad libre, coherente, estable, que funcione. El sueño americano se ha visto alterado. El principio de la movilidad social se ha desgastado. La situación de las masas de trabajadores de la sociedad americana es mucho peor que en la época de Dwight Eisenhower o de Richard Nixon. La clase media ya no confía en que el mañana será mejor que el ayer y que sus hijos tendrán más que lo que ellos tienen.

Por otro lado, el discurso acerca de los derechos y las políticas de identidad de la generación actual crea una expectativa poco realista de lo que es la igualdad. La sensación de tener derechos es más fuerte que el sentido del deber. Hay tolerancia cero para cualquier forma de estratificación social. El espíritu de la época es uno de resistencia a cualquier poder, privilegio, hegemonía o jerarquía. Como resultado, casi cualquier “otro” es visto como un extraño, como alguien amenazante y agresivo.

Hay una contradicción intrínseca entre estos dos factores. Cuando la realidad apunta a un polo y la conciencia a otro, el aire se llena de vapores gaseosos que se convierten en un verdadero incendio, debido a un tercer factor: las redes sociales. La capacidad de cientos de millones de personas de expresar sus frustraciones a diario crea un estado de ánimo de inquietud y malestar que se va profundizando. El nuevo régimen de democracia directa virtual, basado en un referéndum permanente, restringe la capacidad de gobernar. Cuando la falta de justicia social y la demanda de justicia social se juntan con la tempestad permanente imperante en las redes sociales, el resultado es un tsunami político. El resultado es Bernie Sanders por un lado y Donald Trump por el otro. Hombres negros enojados y hombres blancos enojados, mujeres enojadas, jóvenes enojados, adultos enojados y la rabia general. El centro se desmorona, la sociedad se desgarra, el estado se debilita y pierde la capacidad de llevar adelante una política responsable y racional.

La crisis no es únicamente estadounidense. En Israel, en Gran Bretaña y en toda Europa, se ha afianzado una especie de Western Spring (una organización británica que promueve la defensa de los intereses de los blancos indígenas de las islas británicas). Una agenda político-económica que ha dejado de funcionar ha dado lugar a la irrupción de fuerzas que socavan el orden social. Debido a esto, la democracia liberal está en peligro. Debido a esto, la racionalidad está en crisis. Hay un creciente ataque a la libertad política que fracasó y a la libertad económica que fracasó y a la razón misma. Payasos políticos se convierten en estrellas. Incitadores y demagogos se convierten en héroes. Los virus de la cultura del reality-show están atacando a la sociedad y convirtiendo a la escena pública en una pista de circo.

Por eso, cuando Hillary Clinton sale a dar la batalla de su vida en Filadelfia, también sale a dar la batalla de nuestra vida. La pregunta de los próximos 100 días no será ni personal ni ideológica. La pregunta será si la élite clintonista, que no hizo un mal trabajo haciendo funcionar el mundo y le dio paz y prosperidad, podrá reconocer sus errores, repararlos y así dasactivar la rabia. Y también si los ricos y bien educados tendrán la sabiduría de tender la mano a la amplia y extendida población sub-capitalizada, sub-educada y víctima de la globalización. Sólo si vuelven a estar atentos a la angustia y al dolor de la mayoría, podrán los demócratas salvar a la democracia.

Ari Shavit, Haaretz, 27 de julio de 2016